Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

El argumento de este entremés se basa en la decisión de una mujer de engañar una vez más a su marido en la que también participa su sirvienta, aprovechando un pretendido viaje de cuatro días de su marido, de la que es partidaria su criada, pues se encuentran liadas con un barbero y un sacristán. Una vez que el marido abandona la casa se presenta improvisadamente un estudiante que dice ser de Salamanca y que pide alojamiento para pasar la noche, a lo que el ama de casa accede, ante la protesta de la sirvienta que aduce que el barbero y el sacristán están avisados para acudir a la cita, a lo que Leonarda, que así se llama el ama, contesta como se refiere más adelante. Todo preparado hasta que el marido, que se llama Pancracio, acude antes de lo previsto. Interviene el estudiante que dice que ha estado en la Cueva de Salamanca y actúa de tal forma que desengaña al marido y vuelve a engañarlo con sus dotes de palabrería y hace entender a Pancracio que todo son cosas de la imaginación y así se quedan todos contentos. La obra está narrada en prosa.

La base de este entremés se encuentra en la tradicional historia de la existencia de una Cueva en Salamanca donde se realizaban actos de brujería y donde el demonio enseñaba a los estudiantes y que se supone que se encuentra en la Iglesia de San Cebrián en esa capital, de tal forma que en hispano américa se llaman salamancas a los lugares donde se celebran aquelarres y actos de brujería.

Curiosidades

La falacia de la mujer es tal que así despide a su marido:

No quiero yo, mi Pancracio y mi señor, que por respeto mío vos parezcáis descortés. Id enhorabuena, y cumplid con vuestras obligaciones, pues las que os llegan son precisas, que yo me apretaré con mi llaga y pasaré mi soledad lo menos mal que pudiere. Sólo os encargo la vuelta, y que no paséis del término que habéis puesto ¡Tenme, Cristina, que se me aprieta el corazón!

Será falsa y cínica. Pero es que además insiste de nuevo:

“Basta, ello ha de ser forzoso; no hay sino tener paciencia. Bien mío, cuanto más os detuviéredes, más dilatáis mi contento. Vuestro compadre Leoniso os debe de aguardar ya en el coche. Andad con Dios. Que él os vuelva tan presto y tan bueno como yo deseo”.

¡Ea! que está deseando que se vaya.

Pero ahí no acaba todo y es que la Cristina, la criada es más falsa todavía diciendo:

“¡Oh, espejo del matrimonio! A fe que si todas las casadas quisiesen tanto a su marido como mi señora Leonarda quiere al suyo, que otro gallo les cantase”.

Tan sinvergüenza como su señora.

Cuando el estudiante intenta convencer al marido que los amantes son figuras humanas en forma de demonios, dispone ir a cenar y se produce la siguiente conversación.
 

Cristinica (la criada): “¿Y estos han de cenar con nosotros?”

Pancracio (el marido): “Sí, que los  demonios no comen”.

Barbero (uno de los amantes).: “ Sí comen algunos, pero no todos y nosotros somos de los que comen”.

El marido extrañado de la cena, de los bailes y de los cantes de los demonios, pregunta:

Dígame, señor, mío, pues los diablos lo saben todo: ¿dónde se inventaron todos esos bailes de las Zarabandas, Zambapalo y Dello me pesa, con el famoso del nuevo Escarramán?”

A lo que el barbero contesta:

“¿Adónde? En el infierno. Allí tuvieron su origen y principio.”

Al final todos contentos y encantados.

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