Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Ahora cuando febrero silva por encima de tejados despeinando a los árboles de hoja perenne  la falsedad de los mensajes  sigue imperturbable y sin conciencia ensucia  la realidad cotidiana de cada día. La semilla profunda de la vida es una tira entretejida de ilusión y voluntad alimentada con la sustancia del amor.  Pero no siempre se racionaliza los conceptos y las ideas  cribando los mensajes manipuladores, que son los que ejercen la presión social para conseguir sus propios fines. Finalidad que no siempre se fundamenta en valores humanos en favor de la sociedad de cada momento. Y se nos vende como la búsqueda real de la felicidad. Y, olvidamos nuestra propia identidad íntima al danzar como marionetas diseñadas por la maquinaria atroz del poder del dinero.

No hay semana en la que no  se nos diga que hay un día señalado para celebrar el día de… por ejemplo, de la paz, dibujamos palomas y ponemos colores y pancartas en edificios públicos y, nadie enumera los países en guerra. Tampoco quienes son los que fabrican esas armas  ni el dolor de las heridas en los cuerpos violados, destrozados y mutilados, ni se nos muestran los campos arrasados, ni las ciudades destruidas, ni el llanto derramado…Pero hay un día donde se celebra la paz.  Y no es verdad que en la tierra conocida, haya paz.

Percibimos lo que los conductores de masas quieren que percibamos. Sin conciencia ni desgarro de lo que es positivo o negativo. Todos tenemos derecho a manifestarnos. ¿Todos? Ahora, y aquí, se manifiestan en defensa de los animales y no se pueden tocar a las palomas que destruyen tejados, ni a los conejos y libres que destruyan las plantaciones de miles de familias campesinas invirtiendo en tutores para la plantación del viñedo, del olivo, del almendro…sin que nadie se haga eco de esa cantidad injusta empleada en detrimento del daño material ocasionado. Esa economía no cuenta para los manifestantes urbanitas. Los habitantes de pueblos y ciudades que no viven del campo. Tampoco importan los ganaderos y pastores a los que los lobos matan sus ganados. Los defensores no habitan en majadas ni en pueblos adonde llegan los aullidos de los lobos. Adonde la densidad por habitante es precaria y escasa. Tan escasa que hay pueblos deshabitados y abandonados. Y los defensores son justos y progresistas al mantener un reto continuo en contra de la realidad absurda que elimina puestos de trabajo y la economía del sector.

Luego nuestra visión respecto a la realidad es un permanente escollo cuando, por ejemplo, dejamos que no nos importe las naranjas españolas sin recoger con lo que eso supone para la economía agraria. Euros invertidos y puestos de trabajos destruidos. Y no hay colectivos defensores para ellos. Ni filósofos propagandistas de progreso que denuncien esas tropelías. Ese abuso en contra de  una parte de nuestra sociedad actual.

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Y también todo eso nos obliga a dar visibilidad y voz a esos colectivos despreciados. Si, desprecio por los trabajos manuales y ausencia de respeto y menos precio de una sociedad marginada desde siglos por los que abogan, en favor de una cultura de urbe desnaturalizada, sin democracia, para esa otra sociedad que se calla y no se manifiesta. Porque a pesar de la transformación agrícola los cauces económicos están siendo tan nefastos en impuestos y falta de garantías en inversiones que, no hay jóvenes que apuesten por la agricultura ay la ganadería. La superposición ha arruinado al sector por poner una traba encima de otra. Y no hay conciencia de lo que sucede ni desgarro por lo que se pierde.

La coacción de las diversas manifestaciones lideradas por grupos protegidos por políticas de violencia y extorsión social en sus mensajes, ha creado y alimenta, colectivos ajenos a la realidad imperante. Cultivar  la tierra no es una vocación fácil, y atender la cabaña ganadera tampoco. Si  fuera una actividad maravillosa con buenos dividendos los pueblos campesinos no se quedarían despoblados. Y siguen quedándose vacíos y abandonados.

No cegamos por las protestas de los manifestantes que reclaman sensibilidad mostrando una moral impoluta, con total desacuerdo con los que pelean y viven en ese medio. Clamamos libertad sin ser responsables de que algunas exigencias, cortan la libertad de otros. Y yo pregunto ¿dónde está la moral de la no violencia para los que viven del campo y en el campo?
¿Adónde nos llevan tantos días señalados para celebraciones en el calendario que son papel mojado a la hora de la verdad? En ocasiones, creo que apenas tenemos conocimiento de nuestros propios actos.

Natividad Cepeda                        
 

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