Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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A propósito de la frecuencia con que las informaciones mediáticas aportan cada vez más con asuntos tan importantes como las violaciones y desmanes sexuales (como el caso de La Manada), por desgracia de bastante repercusión y abundancia, se nos ha venido a la memoria una vez más la capacidad y visión de Cervantes para estos casos en una de sus Novelas Ejemplares y concretamente  en la titulada “La fuerza de la sangre”, donde trata este mismo tema.

Resultado de imagen de la fuerza de la sangreResumiendo la obra trata del rapto de una joven por parte de unos camaradas y la violación posterior de la muchacha por uno de ellos, lo que provoca el posterior embarazo y  parto de la joven, dando a luz un niño que, al cabo de los años, representa el papel fundamental de nexo para que el padre violador se vea casado con la muchacha a la que violó.

En una primera parte: la del rapto y la violación, es curioso cómo Cervantes soluciona el problema. La joven decide que lo mejor es matarla y desaparecer por la pérdida de su honra, aunque al final el violador decide abandonarla en una iglesia para que acuda a su familia.

Al darse cuenta la muchacha—que se nombra en la obra como Leocadia— de lo ocurrido se expresa en la habitación donde aparece y que se encuentra a oscuras: ” Venturosa sería yo si esta oscuridad durase para siempre sin que mis ojos volviesen a ver la luz del mundo”. Expresión lógica para aquella época, a lo que la buena Leocadia añade: ”… y que este lugar sirviese de sepultura a mi honra, pue es mejor la deshonra que se ignora, que la honra que está puesta en la opinión de las gentes.”. Bien por don Miguel. Pero no menos curiosa es la expresión posterior de Leocadia en solicitud a su violador—llamado Rodolfo—:” Mira que el rigor de la crueldad que has usado conmigo en ofenderme, se templara con la piedad que usarás en matarme, y así en un mismo punto vendrás a ser cruel y piadoso.”. Bonita invitación.

Sin embargo más adelante, con la muchacha recuperada en su casa, su padre le da el siguiente consejo sobre el mismo tema:”… advierte hija que más lastima da una onza de deshonra pública que una arroba de infamia secreta y pues puedes vivir honrada con Dios en público, no te pene de estar deshonrada contigo en secreto.”. A ver, ¡qué remedio queda!

En una segunda parte Rodolfo se marcha a Italia y Leocadia da a luz un niño. Pasado el tiempo, a los siete años, el niño sufre un accidente callejero y es recogido en la calle precisamente por los padres de Rodolfo, que lo acogen y lo cuidan en su casa. Allí acude su madre y sus padres y se descubre por ambas partes todo lo sucedido y deciden engañar a su hijo para casarlo oficialmente con Leocadia.

Resultado de imagen de la fuerza de la sangreA la vuelta de Rodolfo a su casa, su madre le enseña  un retrato falso de una mujer fea a lo que el bizarro muchacho contesta, intentando evadirse como puede del compromiso: ”… justo es y bueno que los hijos obedezcan a sus padres en cuanto les mandaren, pero también es conveniente, y mejor, que los padres den a sus hijos el estado que más les gustaren”. Las dos palabras: ”… y mejor…” son inmejorables. El muchacho, ya hombre, sigue procurando de nuevo convencer a su madre de no querer casarse con una fea: ”Pues quien pudiera pensar que un rostro feo, que se ha de tener a todas horas delante de los ojos, en la sala, en la mesa y en la cama, pueda deleitar, otra vez digo, que lo tengo por casi imposible: Otras dos palabras dan fuerza a la expresión: ”… otra vez digo…”

 La madre hace entrar a Leocadia en el salón donde cenan y Rodolfo queda impresionado por la belleza de la muchacha.

Finalmente a Rodolfo se le explica que Leocadia fue la muchacha que violó hace años y que Luis-nombre del niño— era su hijo. En el último apartado: el de la boda que llamaríamos ”in situ”, se relata el matrimonio llevado a cabo, justificándola sin necesidad de documentos ni trámites administrativos de la siguiente forma: “… cuando con sola la voluntad de los contrayentes, sin las diligencias, y prevenciones justas y santas, que ahora se usan, quedaba hecho el matrimonio…”.

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