Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune, desmielinizante y neurodegenerativa que afecta al Sistema Nervioso Central (SNC) de forma selectiva, siendo una enfermedad muy heterogénea, pues no en todas las personas aparecen los mismos síntomas, ni con la misma intensidad, ni su orden de aparición es el mismo, disminuyendo y limitando la calidad de vida del paciente. Actualmente hay más de 55.000 personas afectadas en España, con un diagnóstico de 1.900 casos al año, siendo un 75% de los casos mujeres. Generalmente la edad de inicio se presenta entre los 20 y los 40 años, pero también puede aparecer en niños, adolescentes y personas de edad avanzada. Es la principal causa de discapacidad neurológica no traumática en adultos jóvenes, y clínicamente puede evolucionar de cuatro formas, clasificándose en: síndrome clínico aislado, EM remitente-recurrente, EM secundaria progresiva y EM primaria progresiva, con diferentes formas clínicas según la evolución de la sintomatología del paciente.

Las manifestaciones clínicas varían según la ubicación y la gravedad de las lesiones que se producen en el SNC, aunque algunos de los síntomas más comunes que se presentan son, entre otros: trastornos visuales, debilidad muscular en las extremidades, pérdida o déficit sensorial, espasticidad o ataxia. Generalmente, después de 10 o 20 años, muchos de los pacientes afectados desarrollan un curso clínico progresivo que suele evolucionar con déficit motor y deterioro cognitivo. Uno de los síntomas más comunes y difíciles de manejar en los pacientes con EM es la fatiga, dificultando la realización de las actividades de la vida diaria y alterando de manera bastante importante su calidad de vida, su desempeño laboral y las relaciones sociales.

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La fatiga suele aparecer de diferentes maneras en los pacientes con EM, empeorando algunos síntomas como las alteraciones visuales, la memoria, la capacidad de concentración o un aumento de los espasmos musculares, así como pudiendo provocar un agotamiento o cansancio insoportable que limite la capacidad de movimiento y funcionalidad del paciente. Para su tratamiento es necesaria una intervención a nivel multidisciplinar, ya que existen muchos factores que intervienen en su aparición como problemas del sueño, depresión, efectos secundarios de la medicación, comorbilidad asociada a la enfermedad o el propio deterioro motor. La fisioterapia es una de las disciplinas más importantes dentro del proceso de rehabilitación del paciente con EM, realizando diferentes tipos de intervenciones para mejorar el equilibrio, la fuerza muscular o la marcha, pero ¿cómo podemos abordar este síntoma?, ¿debemos interrumpir las sesiones?, ¿se debe dosificar el ejercicio?, ¿es mejor que el paciente realice reposo?

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En los últimos años, estudios recientes han demostrado que el ejercicio físico puede mejorar la fatiga en pacientes con EM como la realización de ejercicios aeróbicos, ejercicios de resistencia o el yoga. Dentro del proceso de rehabilitación, desde el área de fisioterapia tenemos que evaluar las consecuencias y la gravedad de esta, identificar las causas que no corresponden a la fatiga, y determinar en qué momento del día o en qué actividades aparece esa fatiga. Para evitar que aparezca, o para poder disminuir la intensidad de la misma, las sesiones de ejercicios que realicemos inicialmente deben ser cortas y de baja intensidad e ir aumentando gradualmente. Es muy importante además enseñarles a dosificar la energía, optimizarla, y adaptar los ejercicios según la individualidad y especificidad de cada paciente. Así mismo se deben pautar consejos para minimizar esa fatiga y mejorar así nuestra intervención, dando prioridad a los ejercicios o actividades que aumenten la funcionalidad del paciente.  La realización de técnicas de relajación, uso de dispositivos o ayudas técnicas, optimizar el sueño nocturno o priorizar las tareas o actividades de la vida diaria pueden ayudar al paciente con EM a minimizar el esfuerzo requerido y controlar la fatiga de una forma más eficaz.

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Aún no está muy claro qué tipo de ejercicio es el más adecuado para poder disminuir la fatiga en estos pacientes debido a la heterogeneidad de los síntomas y la evolución de la enfermedad, por lo que el fisioterapeuta debe determinar según las características y aparición de la fatiga el tipo de ejercicio, la dosificación, intensidad y duración del mismo para poder ayudar al paciente con EM a minimizar los efectos que puede producir la fatiga en el transcurso de la enfermedad promoviendo una mejora de la calidad de vida.

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