Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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Hoy en día plantar una viña no ofrece mayores dificultades, pues la mecanización ha conseguido realizar la operación de forma automática y mecánica, como las realizadas con GPS, que facilita considerablemente este proceso que en otros tiempos era una verdadera labor agrícola que requería mucha experiencia y tiempo en su realización.

Ya se han acabado los tiempos en los que plantar una viña nueva requería unas labores y trabajos mucho más complicados que los de ahora, de tal forma que existían verdaderas cuadrillas de injertadores que podríamos llamar profesionales que realizaban esta operaciones de plantación de viñedos y que hoy se encuentran hasta casi olvidados y sus recuerdos solamente se conservan en aquellos agricultores ya jubilados, porque los nuevos agricultores de las últimas generaciones , aunque lo hayan conocido, se encuentran olvidadas de sus prácticas por no haberlas realizado, porque hoy en día no se pintan las parcelas, no se injertan las viñas y no se repasan los injertos en pleno campo.

Hace ya muchos años realizar la plantación del viñedo era una verdadera apuesta para el viticultor, pues requería conocer una serie de facetas y de actividades que eran solamente de verdaderos expertos.

 En este artículo queremos narrar brevemente algunas de las tareas de hace ya muchos años para conseguir disponer de una plantación de viñedo y para ello hemos contando con el asesoramiento de una persona verdadera experta, de las muchas existentes en Tomelloso, en estas operaciones y gran conocedor del mundo de la viña y no es ni más ni menos que el tomellosero Ángel Calero, que nos ha guiado en nuestras explicaciones.

Previas las labores de preparar la tierra, dando los cruces necesarios para homogeneizar la tierra y realizados, en su caso, los despedregados necesarios,  se comenzaba por pintar la parcela, que consistía en marcar los lugares donde se iban a plantar los barbudos, que eran los patrones de planta americana donde, al año siguiente o posterior, se realizaría el injerto con las variedades obtenidas, la mayoría de las veces de las propias plantas del agricultor, para obtener las púas con las que se injertaría el patrón americano.

La planta americana se elegía de viveros especializados y se seleccionaba el patrón necesario según el tipo de tierra. En la mayoría de los casos, los más utilizados eran los conocidos como 41-B, 161-49 y para las tierras de mejor calidad y con posibilidades de riego normalmente el Richter-110, patrón de mayor vigor y más señorito para tierras de mejor calidad y profundidad.

Pues bien, primero se pintaba la viña. Esta fase de trabajo se realizaba marcando el lugar donde se abrirían los hoyos para poner los patrones americanos o barbudos. Se utilizaba unas cadenas, llamadas cadenetas, a las que previamente se les había adherido atadas unas cintas llamadas zapatetas a la distancia que el agricultor quería que estuvieran las plantas, es decir, al marco de plantación, que normalmente en aquel entonces era a una distancia de las tres varas, es decir, a unos 2,65 metros de distancia a marco real, es decir, en cuadrado. Las primeras cadenetas utilizas eran de hierro o alambre entrelazado a la que con un punzón se le abría un pequeño orifico para poder meter el trozo de tela que hacía de marca, mientras que las posteriores era de eslabones.

En una borde de la parcela se tiraba una primera línea a lo largo de las parcelas en forma de L y se alineaba utilizando unos palos o estaquillas altas, llamadas mingos, con los que se alineaba la plantación, para que los líneos quedaran paralelos y alineados mediante el movimiento de la cadena y la vista del agricultor situado en el cruce de cada líneo.

Una vez pintada la parcela se procedía a marcar los lugares de las zapatetas señalizándolos con pequeños palos o trozos de cañas, quedando la parcela marcada.

Posteriormente hacia los meses de febrero a abril se traían las barbudos y se procedía a hacer los hoyos, donde una vez realizados, se plantaba el patrón, se rellenaba el hoyo con tierra y se amorteraba.

Al año siguiente o sucesivo, se procedía a realizar los injertos, preparando las púas, previamente seleccionadas de sarmientos del último año de la variedad que el agricultor había seleccionado, y que generalmente se agrupaban en haces de unas 100 plantas que bien se plantaban en la tierra o se conservaban en tinajas, generalmente de la variedad Airén, que era la variedad más cultivada.

La preparación de las púas era un aspecto que se realizaba en el mismo campo, donde el injertador preparaba las púas que servirían de injerto. No era frecuente realizar el injerto a la inglesa que posiblemente era más seguro, pero se hacía normalmente de púa.

La realización del injerto consistía en hacer, en el trozo de sarmiento elegido para hacer las púas, un bisel sobre ambos lados del trozo de sarmiento, dejando dos o tres yemas. El corte de la púa no debía ser muy fina y las dos caras no debían llevar el mismo bisel dejando una de ellas menos alargado para que sirviera de hombro a la hora de insertar la púa en el patrón y evitar el rajado del mismo y que no pudiera existir cámara de aire que secaría el injerto, así como tener cuidado de llegar a la médula interior del sarmiento.

Preparada la púa, se cortaba el portainjerto y en el centro de hacía una inserción vertical a la profundidad del bisel que se hubiera hecho en la púa del injerto y, a continuación, se insertaba la púa, acomodándola a la hendidura realizada, sin que penetrara excesivamente para evitar que el patrón se rajara.

 Esta operación se efectuaba con un tipo de navaja especial y el injertador llevaba en un pequeño recipiente, siempre repuesto y una piedra para afilar las cuchillas de la navaja.

 A continuación, con hebra de esparto, se realizaba el atado mediante el sistema de línea y redondeo, para evitar que el aire secara la parte cortada y que el acoplamiento con el patrón fuera perfecto y, una vez terminada de cubrir las dos partes, se daba un pequeño apretón hacia abajo para asegurar la unión.

Realizado este proceso el resto de la cuadrilla amorteraba las plantas para asegurar y evitar que la unión no estuviera expuesta al aire.

 Solía ocurrir que algunos injertos no agarraran bien y se realizaba una segunda operación de repasar los injertos, volviendo a realizar nuevas púas.

Este proceso también tenía su importancia, porque para realizar este segundo injerto se tenía que volver a cortar el patrón por debajo, por lo que en muchas ocasiones habría que proceder casi en el bulto del tronco a pie de tierra y que se encontraba en posición no perpendicular, por lo que se solía introducir una piedra por debajo para enderezar el patrón y poder realizar con garantía el injerto.

En ocasiones de fallos del injerto y cuando ya el tronco del patrón era muy ancho, se procedía a realizar dos injertos, lo cual llevaba consigo algún problema, porque el patrón, ya teniendo mayor vigor, podía producir el levantamiento del injerto, por lo que era frecuente que en lateral de la unión se incrustara una pequeña piedra para evitar la expulsión de la púa.

Normalmente era frecuente que un buen injertador realizara unos 650-700 injertos diarios.

Los injertos se solían realizar entre los meses de febrero hasta abril.

La poda sucesiva se realizaba a dos yemas.

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