Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Una aventura poco conocida, porque no llegó a serlo, pero que narra la perspicacia y conocimiento del sabio Sancho Panza para convencer a su señor y hacerle olvidar una posible hazaña que no era merecedora de tanta valentía.

Todo sucede cuando paseando por el campo en sus respectivas caballerías, Don Quijote percibió la sensación que por la cantidad de hierbas que aparecían por el camino se encontraban muy próximos a algún lugar donde existiría abundancia de agua, así que comenzaron a seguir camino, al mismo tiempo que iba anocheciendo, y cuando ya se tenía oscuridad, se impresionaron por el intenso ruido que escucharon con algún que otro estruendo.

Aquí comienza la narración verdadera cuando Don Quijote se abalanzó sobre Rocinante se intentó lanzar a ver qué ocurría, diciéndole a Sancho que le esperara durante tres días y que, en el caso de que no volviera, fuera a Dulcinea y le dijera que “su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo”

Sancho se echó a llorar y comenzó a plantear la necesidad de hacer olvidar a su amo de tal tentación, indicándole que nadie los veía y los oía, por lo que nadie les podía tratar de cobardes, recordándole que él había dejado su mujer y sus hijos por seguirle.

Palabras que no consiguieron ablandar a Don Quijote que seguía empeñado en ir al peligro, por lo que Sancho tuvo que asistir a su astucia y se le ocurrió atar la patas de Rocinante al lado de su asno, de tal manera que Don Quijote no pudo salir, sin darse cuenta de lo que había hecho su servidor.

 Sancho recomendó a su amo que lo mejor era esperar el amanecer, pero Don Quijote le advirtió que no podría dormir diciendo: “¿Soy yo por ventura de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros?

 Don Quijote le aconsejó que le contara un cuento para entretenerle durante la noche. Sancho le comenzó a contar la historia de un cabrerizo de nombre Lope Ruiz, que andaba enamorado de una rolliza pastora que le provocó celos al pastor y este terminó aborreciéndola y huyendo de ella con su ganado, pero la pastora es cuando comenzó a quererle, cuando antes no lo había sentido tal aprecio.

En este momento es necesario adjuntar la opinión de Don Quijote para este caso:

“Eso es natural condición de mujeres, desdeñar a quien las quiere y amar a quien le aborrece”.

Continuando el cuento, el pastor quiso pasar el Guadiana con su rebaño y tuvo que ir pasando las ovejas una a una en la pequeña barcaza, mientras la pastora intentaba llegar a él y Sancho le comenzó contar una a una el número de ovejas que iban pasando, pero en un momento determinado se equivocó del número y al no recordar Sancho por qué número iba dijo que así no podía continuar con la narración del cuento.

 Durante el transcurso de la noche a Sancho le entraron ganas de cumplir con sus necesidades, pero no quiso separarse de su amo y se alivió como pudo, incluyendo algunos ruidos que Don Quijote advirtió, preguntándole: “¿Qué rumor es ese, Sancho?”, contestando Sancho: “No sé, señor; alguna cosa nueva debe de ser, que la aventuras y desventuras nunca comienzan por poco”.

Ya amanecidos, se acercaron al sitio donde encontraron el lugar donde se producían los ruidos y se dieron cuenta que era un batán y entonces fue cuando Don Quijote advirtió cierta sonrisa en su servidor y se dio cuenta de la burla que le había realizado Sancho Panza, así que, con el lanzón en la mano, le asestó dos palos:” que si como los recibió en las espaldas los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos,”.

Sancho continuó insinuándole a su amo que gracias a la broma realizada se encontraba a salvo, reconociendo Don Quijote que verdaderamente había sido cosa de risa: “pero no digna de contarse”.

Finalmente el artículo termina con una considerable rectificación que quiere hacer Don Quijote a Sancho recordándole que el amo era él y no debía tener tantas confianzas con su amo, advirtiéndole que: “así que, desde hoy en adelante, nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos cordelejo, porque de cualquier manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro”

En este caso Sancho preguntó por el salario correspondiente a un servicio como el de escudero, ya que él estaba simplemente por las mercedes prometidas, a lo que respondió Don Quijote recordándole que los escuderos estaban a merced y que le había señalado en su testamento cerrado que había dejado en casa por lo que podría suceder.

Sancho tuvo que ceder comentando: “de aquí en adelante no despliegue mis labios para hacer donaire de las cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle como a mi amo y señor natural”.

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