Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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En la entrevista de hoy, vamos a conocer un poco más íntimamente al poeta Luis Alberto, quien nos asegura que “la vida es descubrir, asombrarse y, sobre todo, compartir”, y ha querido compartir con todos nosotros la maravillosa oportunidad que es esa vida, en la que sigue asombrándose de cuanto le rodea y confiesa que escribir poesía “es la mejor manera de ser honesto con el mundo y, sobre todo, con uno mismo”.

Si le parece, comenzamos la conversación por su infancia. Háblenos de esa etapa.

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De mi infancia hablan retazos presentes en mi recuerdo. Risas, voces infantiles en un día azul. Bocanada de sol a la salida de misa los domingos. La campana de la escuela que anuncia el recreo. Vallas de colores, mi babi azul a rayas. El aire frio de enero en la cara una mañana furtiva sin colegio. Los primeros secretos compartidos, la párvula mano de Encarni, la primera mirada y su sonrisa cómplice. Voces de madres que reclaman en la noche la vuelta a casa de sus hijos. Olor a ropa limpia recién tendida. Olor a brasero y chocolate, a las manos de mi padre que envuelven las mías en frías tardes de invierno. El dulce aroma a leche caliente de los arrullos de mi madre.

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¿Qué persigue ahora?

Seguir asombrándome de cuanto me rodea. Lo necesito para escribir, para compartir, para vivir.

¿Qué más ama?

Compartir la vida. Idealicé mi infancia como el mundo al que siempre había que viajar. Estigmaticé la adolescencia como piedra rosetta de mis fracasos. He pasado mucho tiempo ensalzando la nostalgia hasta enfermar de melancolía. En cambio, hoy, me encuentro pletórico y sosegado al mismo tiempo. La vida es descubrir, asombrarse y, sobre todo, compartir.

¿Cómo le cogió el gusto a la poesía? ¿Por qué escribe?

Mucho tuvo que ver D. Emilio, mi profesor de lengua y literatura de séptimo curso. Esperaba ansioso la llegada de los miércoles a primera hora, momento en que nos leía relatos de distintos autores. Ana María Matute y su “Algunos muchachos” fue la epifanía de mi gusto por la lectura. D. Emilio, consciente de ello, terminadas las clases de la tarde, me facilitaba las llaves de la biblioteca del colegio y, allí, rodeado de libros descubrí la magia liberadora de la poesía.

La poesía me permite adentrarme en todo lo que me acontece. Escribir poesía hace sentirme partícipe de todo cuanto me rodea; es la mejor manera de ser honesto con el mundo y, sobre todo, con uno mismo.

¿En qué cosas está más cerca y en qué cosas está más lejos del poeta que era de joven?

Romanticismo y compromiso político social definían cuanto escribía. El desamor, la nostalgia de la niñez, melancolía por el paso del tiempo que, pensaba, nunca habría de volver. Todo ello alimentó en mí un sentido trágico de la vida. Acudo a ello con frecuencia, pero, ahora, con la plena consciencia de que buceo en un pasado que no necesito que vuelva. Demasiadas cosas que vivir hoy, también mañana, que me hacen y me harán vibrar, sentir, llorar y reír y que, igualmente, serán únicas.

¿Qué dimensión le da la poesía al ser humano?

La poesía regala al ser humano la esencia de las cosas. Desviste a la realidad de lo superfluo, de lo frívolo y la presenta ante los ojos de las personas con la honestidad y la humildad de quien busca.

Usted va a participar en el próximo encuentro de poetas cuyo lema es Palabras a la muerte. Antes de este encuentro, ¿se colaba la muerte en sus poemas?

Cuando se cumple una edad, la muerte llega a tocarte con la naturalidad de lo irremediable. Entonces, escribes sobre ella con cierto sentido científico. ¿Cómo será el momento de la última consciencia? ¿Traspasará ésta el umbral del final físico? Sin embargo, hay veces que se presenta sin avisar. Una mofa de la vida que te arranca del alma las sonrisas de las personas que amas. Entonces, la poesía explora otras dimensiones. Aprendes a convivir con ella.

¿Se siente más cerca de la muerte o de la infancia?

En el jardín de mi casa, hay un sauce que sembramos cuando mi amigo de la infancia murió a los cincuenta y un años de edad. Tres años después, depositamos a sus pies las cenizas de nuestro común amigo también visitado de forma temprana por la muerte. Los domingos a mediodía con papel y pluma bajo la sombra del sauce hablo con ellos de nuestra infancia, de nuestra juventud y de la vida, mientras suena “Berlín” de Coque Malla. El árbol es un sauce llorón, pero nosotros nos partimos de la risa.

¿Qué es para usted la vida?

La vida es, indudablemente, una maravillosa oportunidad

¿Qué es para usted la muerte?

La muerte es, indudablemente, el final…, aunque, como diría Aute, el misterio siempre queda detrás.

¿Qué le duele más de la muerte?

Las historias sin terminar, las palabras pensadas y jamás pronunciadas. Vivir con el peso de la ausencia.

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