Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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Cada capítulo de El Quijote no tiene ningún desperdicio y siempre que repaso alguno da la sensación que nos encontramos ante un verdadero  artista de la escritura y también de la sabiduría humana.

En el capítulo LXXIV de la segunda parte  es donde se narra el fallecimiento de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y no cabe duda que nos encontramos de nuevo con numerosas dudas, inquietudes y preocupaciones por las verdaderas intenciones de Cervantes  al escribir este episodio de la muerte de don Quijote.

En su lecho de muerte aparecen cuatro de los personajes más importantes de la novela como son su inseparable Sancho Panza, el bachiller Sansón Carrasco y Maese Nicolás, el barbero, pero también una cuarta persona que era su sobrina Antonia Quijana, que, aunque es un personaje que no aparece en el completo desarrollo de las dos partes de su novela, sin embargo tiene una importancia bastante importante en el transcurso de los acontecimientos de la novela.

Como hechos más importantes de este testamento y  momento del fallecimiento nos encontramos con que  Cervantes sigue sin definir el lugar del fallecimiento para, se supone, seguir manteniendo la incógnita desde el principio.

Tampoco hace reflexión exacta sobre lo que dictamina un testamento y solamente alude a los dos hechos que quiso dar mayor trascendencia.

El primero de ellos es el arrepentimiento de su locura dando la imagen de estar seriamente arrepentido de sus actuaciones y de sus aventuras, por lo que todos los que se encontraban alrededor de su lecho, pensaron que verdaderamente estaba arrepentido y había recuperado su sano juicio.

 Un segundo punto es la herencia que deposita en Sancho Panza, donde indica que no se le debe reclamar deuda alguna y además pagarle sus pequeños problemas económicos, añadiendo un agradecimiento por todos los servicios y ayudas que le realizó, en una detalle de honradez muy notable, resumidas en el siguiente párrafo de la obra:

“Ítem, es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, que porque ha habido entre él y mí ciertas cuentas, y dares y tomares, quiero que no se le haga cargo dellos, ni se le pida cuenta alguna, sino que si sobrare alguno después de haberse pagado de lo que le debo, el restante sea suyo, que será bien poco, y buen provecho le haga; y si como estando yo loco fui parte para darle el gobierno de la ínsula, pudiera agora, estando cuerdo, darle el de un reino, se le diera, porque la sencillez de su condición y fidelidad de su trato lo merece”.

Tampoco relata el testamento en su modelo oficial, que se supone debió hacer ante  el escribano que era de norma hacerlos de forma reglamentaria, pero sí puso bastante énfasis en lo que se refiere a su sobrina Antonia Quijana en dos de sus apartados.

 En el primero alude a que la deja la totalidad de la herencia a puerta cerrada a su sobrina Antonia Quijana, haciendo la salvedad de realizar el pago a su ama de toda la deuda que tuviera contraída por sus cuidados y además le añade que la adjudiquen veinte ducados para que pudiera comprarse un vestido. Curiosa parte del testamento que se supone debía valorarse, porque desconocemos, o más bien suponemos, que no le había pagado nada durante sus aventuras fuera del pueblo o simplemente la deuda real contraída.

Por último, la alusión directa que hace del futuro de la herencia con una seria advertencia a su sobrina de evitar casarse con una  persona adicta a los libros de caballerías y en el caso que así fuera perdería la herencia. Este apartado desconocemos si sería legal y la imposición que propone a su sobrina me imagino que tampoco la haría mucha gracia.

Por lo expuesto, además de otras consideraciones que no entramos a exponer, el testamento de don Quijote narrado por Cervantes nos vuelve a introducir en su gran imaginación  para saber desenvolverse y dejar sentada la postura ideal de su personaje, volviendo a la realidad y a la sensatez.

Las expresiones quedan reflejadas en los siguientes párrafos:

 “Ítem, mando toda mi hacienda, a puerta cerrada, a Antonia Quijana mi sobrina, que está presente, habiendo sacado primero de lo más bien parado della lo que fuere menester para cumplir las mandas que dejo hechas; y la primera satisfación que se haga quiero que sea pagar el salario que debo del tiempo que mi ama me ha servido, y más veinte ducados para un vestido. Dejo por mis albaceas al señor Cura y al señor bachiller Sansón Carrasco, que están presentes. -Ítem, es mi voluntad que si Antonia Quijana mi sobrina quisiere casarse, se case con hombre de quien primero se haya hecho información que no sabe qué cosas sean libros de caballerías; y en caso que se averiguare que lo sabe, y, con todo eso, mi sobrina quisiere casarse con él, y se casare, pierda todo lo que le he mandado, lo cual puedan mis albaceas distribuir en obras pías, a su voluntad.”

 

Aclaremos que Antonia Quijana tiene poca descripción en el libro pero se la representa como una muchacha de unos 20 años, hija de un hermano de don  Quijote y que intervienen junto con su ama en la quema de los libros de caballerías y que desde el principio intenta convencer al ingenioso hidalgo de su locura, que vive en la misma casa de don Quijote y que desde luego no dispone de una buena opinión sobre el comportamiento de su tío.

En relación al ama se desconoce su nombre, aunque sí su función, que era cuidar a Antonia y a don Quijote, darles  la comida y en el cuidado de sus heridas y además, al igual que su sobrina, intervienen en la quema de los libros y de forma real tiene verdadera pena y sentimiento por el estado de don Quijote y  se añade que tenía unos 40 años.

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