Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que un amigo de un amigo mío que tenía una carnicería abierta al público le contó una serie de sucesos que, por su curiosidad, paso a relatar sin intentar alejarme de lo que en realidad sucedió  en aquellas situaciones.

Es necesario reconocer que cualquier establecimiento abierto al público y especialmente al por menor tendrá miles y miles de anécdotas de este tipo y seguramente de más valor anecdótica que el que aquí se expone, pero al no ser profesional de la venta al detalle me produjeron cierta sorpresa.

Cuenta el amigo de mi amigo que en una ocasión comenzaron a venir a comprar a su carnicería unos muchachos que solicitaban siempre la compra de chorizos y morcillas, casi exclusivamente, aunque también compraban otros tipos de artículos, seguramente por desviar la atención y que el carnicero no se centrara en los chorizos y las morcillas.

Estos muchachos solicitaban una media ristra de chorizos y una media ristra de morcillas. Se vendían por piezas, pero no sabía cómo, porque les cobraba la mitad de las piezas pero en la tienda se quedaban menos piezas, lo que le llevó a la conclusión que de alguna manera los jóvenes le estaban engañando.

Dejaron de venir, seguramente pensando que los habían descubierto, paro a los pocos días aparecieron otras dos muchachas  que al cabo de varios días el amigo carnicero se percató que le volvía a ocurrir lo mismo.

Se planteó la situación y tomó la decisión de vender las morcillas y los chorizos a peso. Durante un tiempo siguieron acudiendo a la tienda las mismas mujeres y, a pesar del cambio de estrategia, no le salían las cuentas y estaba loco, porque no llegaba a descubrir el truco con que le engañaban.

Decidió colocar un espejo ligeramente escondido en una esquina de la tienda, al objeto de que pudiera observar los movimientos de esos clientes y recogiera su imagen— se hace necesario explicar que en aquella época todavía no existían cámaras ocultas, ni de vídeo.

Cansado ya de que esas señoras le engañaran tomó una decisión y aquí se encuentra lo curioso de esta narración.

Preparó tres morcillas muestra y tres chorizaos muestra ¿Qué hizo? Introdujo en esas seis piezas unas monedas de plomo. Cuando las infrascritas pedían un peso, el carnicero metía en la báscula las piezas trucadas necesarias o las que le parecía mejor y luego con la acostumbrada habilidad de un carnicero, colocaba las buenas.

Algo debieron notar los chorizos que cambiaron de estrategia. En este caso venían parejas: hombre y mujer. El carnicero desde el primer día ya advirtió el cambio y se apercibió para evitar nuevos engaños.

La  nueva estrategia de los ladrones era pedir un peso y luego decir que era mucho y que le bajara cien o doscientos gramos. El carnicero, que ya se conocía las artimañas de estas gentes, hacía lo mismo, es decir, metía las trucadas y cuando le decían que bajara el peso, quitaba los chorizos o las morcillas normales.

Transcurrieron varias fechas sin que volvieran a entrar en la tienda, pero pasado ese tiempo comenzaron a entrar en la tienda de tres en tres, aunque con caras nuevas. El carnicero al principio no notaba nada extraño en las primeras compras, por lo que no introdujo el truco de las piezas trucadas, pero ya empezó a notar ciertas tendencias. Ahora, en lugar de realizar una compra común, solicitaban comprar de forma individual, pero cuando había terminado de despachar a una e intentaba comenzar con la otra la anterior le decía que quería un peso más de cualquier producto. De esta forma conseguían volver loco al carnicero que ya no sabía a quién atender y en esos lapsos de tiempo eran suficientes para entregar de nuevo el paquete ya comprado para echarle algunos gramos o pesos más de  la anterior, con lo que el lío era tremendo.

 El carnicero ya había dicho a su ayudante que esas personas las atendía él personalmente, porque no quería que el caso fuera a mayores y por si fuera poco se lo había tomado tan a pecho que asumía la resolución del caso como una apuesta y un reto personal.

La carnicería no disponía de separadores de cristal, ni estanterías de plástico, eran como siempre a mano del público, lo que facilitaba la apropiación de productos.

Dándole vueltas a la cabeza y ya dispuesto a tomar nuevas medidas precautorias decidió tomar otra solución para engañar a los que le engañaban.

Pero no tuvo oportunidad de poder llevar a cabo sus nuevos sistemas de defensa contra semejantes mangantes.

En el transcurso de una reunión de comerciantes al por menor—advertir que no existían supermercados como ahora y lo que habían eran de menor entidad—varios de ellos estuvieron explicando las anomalías ocurridas durante un tiempo por parte de personas que les engañaban, por lo que el carnicero ya percibió que trabajaban en varios lugares y de común acuerdo decidieron dar parte a la policía municipal para que pusieran manos a la obra en la detención de estas personas.

Pasada cerca de una semana la policía se presentó en la carnicería y entregándole una citación  le dijeron que debería presentarse a la mañana siguiente en  el departamento policial.

Al día siguiente, el carnicero, intrigado, se presentó en las oficinas de la policía y le pasaron con el despacho del Jefe de Policía. Se saludaron y el Jefe le explicó que había enviado a todos los comerciantes un aviso para comunicarles que ya no tenían que preocuparse por los ladrones y que el asunto estaba arreglado. Los policías habían seguido la pista de los ladrones durante meses y por fin consiguieron descubrir que todo lo que hurtaban lo vendían a menor precio en una casa y habían instalado una tienda clandestina. Las personas que durante esos meses habían estado hurtando en las tiendas no eran otra cosa sino ladrones que con lo que robaban lo vendían en una tienda oculta en su vivienda donde acudía la gente a comprar a precios más baratos. El local no tenía autorización ni los permisos necesarios y habían sido detenidos y estaban pendientes del juez.

Lo que nunca se explica el amigo carnicero era por qué se especializaron en morcillas y chorizos. ¿Sería una especialización de los cacos? Pero su amigo carnicero, hasta cierto punto, se encontraba satisfecho de haber podido engañar a los propios ladrones.

Así que, aliviados los comerciantes, volvieron a descansar tranquilamente en sus dependencias. De todas formas el carnicero continuaba preocupado: algunas veces le seguían faltando chorizos y morcillas.

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Chorizos

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