Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que era el primer año que el barrio realizaba sus fiestas patronales y se dispusieron para celebrarlo por todo lo alto. La verdad es que el grupo encargado de organizarlo—vecinos lógicamente del barrio— no disponían de fondos económicos y decidieron aportar cada uno lo que pudiera. Se trataba de un minibarrio, es decir, de unas 30-40 familias alrededor de la plazoleta. Así que entre todos se organizó la fiesta como mejor se pudo, distribuyendo a cada uno con las aportaciones que se encomendaron, tanto como para el escenario, las bebidas y las comidas, así como también la música que sería grabada, porque no se disponía de suficiente remanente económico para contratar a ningún famoso, aunque finalmente un aficionado cantante que residía en el barrio se prestó para realizar algunas interpretaciones, naturalmente sin pago alguno.

Aunque sea detallar demasiado, conviene relacionar las aportaciones de cada vecino que fueron muchas, destacando el gran interés que prestaron todos para buscar lo más adecuado para cada momento.

Durante los días anteriores el movimiento del barrio se hacía notar. Todos los viandantes se extrañaban de ese afán y continua actividad de la vecindad.

Se montó un pequeño escenario con unas cuantas borriquetas y unos paneles de madera que un albañil nos prestó para los eventos. Decidieron comprar un cubo de plástico de esos grandes de basura que se utilizó para poder realizar un zurra que pensaron fuera apoteósico. Con vino blanco, agua, azúcar y gaseosas, para que todos los invitados pudieran beber y mucho hielo, prepararon noventa litros de zurra que se tuvieron que completar durante los tres días, o sea, cerca de trescientos litros de líquido— parece  increíble pero se gastaron— Un amigo del barrio prestó un  pequeño equipo de música con altavoces de no mucha potencia pero suficientes porque la plazoleta tenía buena audición.

Cerramos la calle al tráfico rodado ayudados por personal del Ayuntamiento y se compraron patatas fritas de bolsa, mezcla de frutos secos, un queso que les regalaron y un jamón—este pagado entre los vecinos— Ya se acordó que cada uno trajera sus sillas e instalaron tres o cuatro mesas de tableros y se comenzó la fiesta el día del patrón.

Era verano y se inició la fiesta a las nueve de la noche. Empezó a acudir la gente y repartíamos el zurra y los frutos secos según iban viniendo. Parte de los vecinos se turnaban en el escenario que es donde se colocó el zurra y la música a tope de todo tipo con cassettes en aquel entonces de canciones de niño, de música moderna, de música para mayores y amenizado con dos atracciones de una cantante del barrio que se explayó con dos jotas manchegas y un grupo de cuatro niños pequeños que nos cantaron y actuaron con canciones de niños. Bueno un jolgorio impresionante para ser la primera vez.

Después de terminada la fiesta, las dos noches se recogió todo el material y se guardaba en un jaraíz de un vecino que tenía cueva y todavía continuaba elaborando vino y así hasta el día siguiente.

Durante tres días disfrutaron de las fiestas con gran contento y animación, así que hubo que añadir la suerte de que no se produjeron problemas ni incidencias dignas de mención.

A los cuatro o cinco días, y una vez vuelto todo a la normalidad, se juntaron la comisión voluntaria para ver gastos y hacer valoración de la fiesta. Como todo había salido bien se comentaron anécdotas y cosas curiosas que ocurrieron, refiriendo cada uno lo que había observado.

Estaban contentos porque aunque a la fiesta acudieron pocas personas, debido a que en verano todo el pueblo se encuentra en el Paseo de Circunvalación o en zonas más separadas del centro de la población, lo cierto es que resultó muy íntima para los vecinos del barrio y que egoístamente eran lo que deseaban: una fiesta de convivencia y solidaridad entre los vecinos del barrio.

Uno de ellos comentó la fatalidad de la tarta que confeccionó una de las vecinas, pues se dijo que cuando la gente se hubiera ido, comerían una tarta los organizadores. Pues la tarta terminó totalmente aplastada por los espléndidos glúteos de una vecina que se sentó encima de ella en un descuido de la organización.

No fue menos  curioso el misterio de la vecina de la calle que salía de la izquierda de la plazoleta. Según uno de los organizadores se llevó cerca de diez litros de zurra, porque según observó la primera noche dijo que como estaba ya muy mayor prefería beberse al fresco de la puerta de su casa porque había mucho ruido y después meterlo en el frigorífico.

La primera vez vino con una botella de gaseosa, pero después venía con un jarrón de dos litros. Una mujer de más de sesenta años, viuda y que vivía acompañada de su hija soltera… ¡Qué haría con el zurra!

También se comentó la anécdota del abuelo que se quejó de no poder dormir e incluso avisó a la policía, que no sin mucho esfuerzo convenció al señor de que estábamos de fiesta y serían solo una noche más.

Y para colmo se rieron con el caso que llamaron del hermano mayor. Uno de ellos comentó este acontecimiento del que prácticamente nadie se enteró, pero al final relató en la reunión.

El primer día apareció un grupo de tres personas a ver qué hacíamos en la fiesta. El segundo día se presentó solamente uno, al igual que la tercera noche. El que contaba la anécdota comentó que el propio hombre le había explicado el asunto. Las tres personas que fueron el primer día eran un hermano suyo y su tía.

 A la mañana siguiente su hermano cayó enfermo y lo llevaron al hospital de urgencias de Alcázar. El segundo día el hombre va solo, porque su tía se había quedado en Alcázar hasta saber el resultado de la enfermedad.

Ese mismo día por la noche tenía que cenar algo y como no tenían previsto la enfermedad de su hermano decidió abusar del zurra, del queso y del jamón, porque el hecho les había cogido de improviso y envolvió en unos papeles los trozos de queso y de jamón y a la mañana siguiente se los llevó al hospital para que su tía pudiera comer algo y de igual forma el tercer día. Además, apostilló que su tía le preguntó si la fiesta había terminado porque el jamón y el queso estaban de dulce.

Las fiestas hay que saber aprovecharlas

Fiestas Barrio tomelloso

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