Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Se limpió las lágrimas y se le quebró la voz cuando hablaba en el video de Ismael: quedó su sinceridad gravada en la cámara y a la vez su mensaje de fe en aquél muchacho que no conoció y en el que si creía firmemente. El obispo Antonio Algora tenía experiencia de Dios, no era solo teología acumulada, ni ciencia aprendida, sentía  pasión por la persona, porque en la persona veía a Dios. Ahora asistimos a su muerte y en los pueblos de la Diócesis de Ciudad Real, rezamos unidos y también separados, porque los que no sabemos de teologías lo sentimos dentro de cada uno de nosotros al recordar su sonrisa acogedora y cercana.

La experiencia de la fe en Dios no son sólo palabras bien entrelazadas, es sentir que es verdad, porque esa verdad se lleva en la mirada, y la mirada es luz que ilumina en rededor. Antonio Algora tenía esa mirada que nos hacía creer en su mensaje sin necesidad de mostrar su alto ministerio. Ahora nos llega su silencio y nos invade la tristeza detrás del cristal acuoso de las lágrimas. Se nos ha ido a transitar por las valles  celestes  en busca de Cristo Jesús, para mostrarle sus manos, y en ellas  su cosecha de vida. Y yo aun creyendo en la resurrección, me duele haberle perdido.

Cooperativa virgen de las Viñas de Tomelloso

Antonio Algora jamás caminó a tientas, su fe era su fuerza y su sonrisa nos acercaba a escucharle sin sombra de duda en su palabra. Sonreía y nos acercaba a escuchar su mensaje: mensaje de cristiano racional, justo y hasta comprometido; ese mensaje queda permanente en sus escritos a los que se puede volver porque siguen vigentes. Observaba la sociedad y meditaba sobre ella con la conciencia recta. En el libro, Ismael de Tomelloso en Ciudad Real, escribe”

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“Voy a hablar de la Iglesia de Ciudad Real como cuna de santos, pero tengo la sensación de estar examinándome ante expertos que saben mucho más que yo de esa historia de santidad de la ciudad de la Iglesia en Ciudad Real.”

 “Cuna de santos, nuestra Diócesis, porque está marcada en esta dirección. Un proceso de personalización de la fe, le lleva a Ismael, así lo creemos, a la madurez de algo que está en el cogollo de la santidad, de la vida de santidad.

La ofrenda de la vida a Dios, incluso sin tratar de lograr la participación misma en la Comunión Eucarística, que le hubiera delatado como católico en un hospital donde los enfermos católicos tenían otro trato. Esta página de la vida de Ismael, solamente se puede explicar con una formación sólida de la fe. Él se ha sentido llamado a entregar la vida en la radicalidad que le lleva al silencio, pero más allá del silencio, la radicalidad de ofrecer la existencia a Dios en ese desarrollo del sacerdocio que recibió en el Bautismo. Un concepto que hoy debemos tener en cuenta para expresar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Necesita nuestra sociedad del sacrificio de la vida, desde lo más íntimo de la persona para lograr un bien común, he escrito últimamente, que no sea sin más el logro del Estado de Derecho; parece que el bien común se entiende así: conquistar el Estado de Derecho pero con eso no hemos conquistado el bien común. El respeto formal a los Derechos Humanos en nuestra nación, bueno, después vendrán Organizaciones Internacionales a juzgar si se respetan o no. Pero ya tenemos logrado el bien común. No, mire usted, una cosa es el reconocimiento de los Derechos Humanos y de la carta de 1948 de Naciones Unidas y otra muy distinta es que un dirigente político descalifique sin más a los cristianos.

Vigente este párrafo del texto en toda sus afirmaciones.

Lo traté personalmente cuando empezamos a constituir la Asociación para la Beatificación y Canonización de Ismael de Tomelloso, gracias al entusiasmo y perseverancia de Blas Camacho Zancada, el párroco Matías Rubio Noblejas, Luis Molinero, Valentín Arteaga, Bernardo Torres… Antonio Algora conocía la trayectoria de Ismael Molinero Novillo, por su implicación y dedicación a la Acción Católica, y desde el primer momento fue importantísimo contar con él. La Causa  abierta para la Beatificación y Canonización de Ismael fue apoyada también por el entonces Obispo Emérito don Rafael Torija y esas energías y apoyos nos impulsaron en la Diócesis de Ciudad Real a empezar con fe y con gran entusiasmo.

No es fácil describir en pocas líneas la personalidad de Antonio Algora de conciencia europea y moral cristiana. No lo es, si escribo del que fue  mi obispo y al qué sentí que se marchara, porque para mí, y para otros muchos, era un claro exponente de  buen sacerdote y pastor de almas, porque confiábamos en él. No nos sentíamos inferiores a su lado, su sonrisa impedía crear barreras. Dios se nos manifiesta también a través de los demás. Se ha ido al encuentro del Señor el 15 de octubre, día de Santa Teresa de Jesús; Doctora de la iglesia y reconocida como fundadora y escritora; Teresa de  Cepeda afirma:

“Dios se da a sí a los que lo dejan todo por Él. Juntos andemos Señor, por donde fuisteis, tengo que ir; por donde pasasteis, tengo que pasar.”

Y así ha pasado don Antonio Ángel Algora Hernando (La Vilueña (Zaragoza), 2 de octubre de 1940-Madrid, 15 de octubre de 2020) fue un sacerdote católico español. Obispo de Teruel y Albarracín (1985-2003) y obispo de Ciudad Real (2003-2016). Un 20 de septiembre de 2020 fue ingresado en el Hospital La Paz (Madrid) a causa una neumonía bilateral originada por el Covid-19. En la mañana del 15 de octubre sufrió un fallo multiorgánico, a consecuencia del cual falleció a primera hora de la tarde de ese mismo día.

Es tiempo de rezar a Dios eterno, e igualmente agradecer habernos concedido conocerlo por la semilla que ha dejado a su paso por la vida. Las manos de Antonio Algora han ido repletas de cosechas. Descansa en paz y ruega por todos a nuestro Creador.

Natividad Cepeda

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