Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que David nos narró el feliz día que pudo vivir en una ocasión llena de apasionantes acontecimientos que resultaron inolvidables.

La historia comienza así:

- David, antes de irte al garaje deberías acercarte a la tienda y traerte un paquete de garbanzos, otro de judías y otro de lentejas y si tienen ya los chorizos de la tía Adela, te traes una ristra - le dijo su madre al bajar de la escalera de la casa.

- Bueno, enseguida me acerco, pero dile a Julia que a la vuelta me prepare el desayuno que tengo prisa, porque me tengo que pasar por casa de tu nieta Marta que me dijo ayer que tenía que arreglarle no sé qué del cuarto de baño que se le había estropeado y además tengo que cambiarle el aceite al coche y también una lámpara del intermitente que no me funciona.

- No  te preocupes hijo que en cuanto baje se lo recuerdo - le dijo su madre con convencimiento.

- Bueno pues hasta ahora, no tardaré - despidiéndose.

David, cogió la bicicleta y se dirigió a la tienda de Genaro, que seguramente ya tendría abierto. Al llegar se encontró a Genaro abriendo la tienda. Se saludaron y David hizo las compras que le había encargado su madre.

Al regreso, y cuando ya estaba a punto de llegar a casa, apareció por una lateral su amigo Eduardo. Al verle, David quiso parar para saludarle, con tan mala fortuna que la rueda delantera de la bicicleta topó con el bordillo y la bicicleta volcó y cayó al suelo con David incluido. Al intentar levantarse ayudado por su amigo, vio que su codo recibió un fuerte golpe, lesionándose y le dolía, pero peor le fueron a las  lentejas y a los garbanzos, los dos paquetes rotos con todos los granos en el suelo y además en un charco.

Saludó con rapidez a su amigo y sin detenerse más tiempo, volvió a la tienda a comprar los dos paquetes que se rompieron en el accidente.

Por fin llegó a su casa e informó  a su mujer y a su madre lo que le había pasado. Le curaron la herida del golpe que se había hinchado considerablemente, pero que no le impedía moverse el codo con normalidad.

- Ten más cuidado que eres un poco loco y vas a tener un accidente gordo como sigas así - le dijo su mujer.

- Vaya, no te preocupes que no es nada del otro mundo, ya verás cómo dentro de un poco tiempo la hinchazón ha desaparecido. Bueno, tengo que acercarme a casa de nuestra hija para hacerle un arreglo en la cocina.

- Bueno, pero antes deberías acercarte al huerto del tío José, que me ha dicho que nos acerquemos a coger unos tomates, unos calabacines, pepinos y pimientos y me vendría bien que me los trajeras antes de ir a casa de Teresa.

- Está bien me acerco y te los traigo enseguida. ¿Quieres algo más? - la preguntó para evitar que a última hora se le ocurriera algún añadido.

- No, no, pero no tardes, que tengo que arreglarlos y prepararlos para la comida y quiero hacer pisto para mañana.

- Venga, que lo haré enseguida.

Colocó el cestillo en la bicicleta y se dispuso a ir al huerto. El codo le dolía bastante, pero podía aguantar el dolor.

- Hola José, ¿cómo va todo? - preguntó al familiar hortelano que se encontraba quitando hierba en el huerto.

- Pues bien hijo, aquí pasando el rato - le contestó.

- Pásate por la alambrada y recoge la bolsa que te he dejado con los encargos de mi sobrina, que ya lo tienes preparado.

David, quiso pasar por la alambrada que tenía colocada José alrededor de laparcela de huerta para evitar el paso de animales y al intentar pasar la segunda pierna se enganchó el calzado en la parte superior de la malla y perdió el equilibrio. Cayó de lado y sujetó la tierra con el carrillo derecho y le produjo un fuerte golpe.

- Hombre, vaya, no has tenido cuidado, esa malla es peligrosa. A ver, te has dado un buen golpe, pero no parece que sea grave le dijo el tío José observando el golpe de la mejilla, al mismo tiempo que le limpiaba la ropa.

- Pues es verdad, no me he dado cuenta de la altura de la malla-comentó tocándose con insistencia la cara- ¿Tengo mucho bulto, tío José? - terminó preguntando preocupado.

- No, hijo, solo creo que ha sido el golpe. Se te hinchará un poco, pero cuando llegues a casa le dices a tu mujer que te aplique unos paños fríos para evitar que vaya a más y que te lo haga pronto o, si quieres, te los pongo yo con el agua del pozo - propuso el tío José.

- No, gracias, déjalo tío, ya me lo harán en casa con más tranquilidad. Hasta luego y gracias - recogiendo el paquete y depositándolo en el cestillo.

- Cuando regresaba a casa se dio cuenta que todavía estaba sin probar el desayuno

Mientras su mujer le curaba con paños fríos la mejilla, pudo desayunar y recuperar fuerzas.

- Mira, David, si no quieres, paso aviso a Teresa y la digo que no puedes ir y que ya acudirás mañana, porque con el codo y la mejilla dolorida pienso que no es conveniente que te pongas a hacer arreglos—le recomendó su mujer.

- No, no, me acerco, si esto ya se irá calmando solo - dijo convencido.

Otra vez con la bicicleta en marcha, habiéndose provisto de unas tenazas, un par de destornilladores y dos llaves.

- Hola, papá. Pero…, ¿qué te ha pasado que vienes con esa cara? - preguntó asustada.

David le contó todo y, ya explicado, se dispuso a reparar la avería de su hija.

- Lo siento, papá, pero Pedro está de viaje con el camión y hasta el fin de semana no aparece por casa y la lavadora la necesito porque los muchachos son muy sucios y tengo que ponerla muy a menudo.

- Pero, ¿qué le pasa a la lavadora? - preguntó antes de ir al arreglo.

- Pues no lo sé, pero cuando va vaciar salta el automático y se para.

- Bueno voy a mirar. Retiró la lavadora y se dirigió directamente a la goma del desagüe. La desenganchó de las dos tomas y se la llevó al lavabo intentando enjuagarla y limpiarla. Se dio cuenta que estaba completamente obstruida. Así que se dirigió al filtro, lo sacó, que estaba también colmatado y lo limpió y procedió a colocarlo de nuevo.

Con alambre consiguió limpiar la manguera del desagüe y volvió a empalmar en los dos bornes.

Estaba apretando el segundo borne con la llave fija y al dar el último apretón, la llave se le escapó de la mano y saltó dándole un fuerte golpe cerca del ojo, que le dejo algo conmocionado.

Al oír el grito, su hija se asustó y fue corriendo al cuarto de la lavadora y encontró a su padre sentado y algo mareado. Enseguida comprobó que tenía un fuerte hematoma en la ceja derecha y que se estaba hinchando con rapidez. Hizo una muñequilla con hielo, levantó a su padre y le sentó en una butaca aplicándole el paño con el hielo.

Después de un buen rato, ya se levantó y le dijo a su hija que pusiera en marcha la lavadora y siguió en la butaca a esperar que terminara el proceso del lavado, que definitivamente terminó funcionando correctamente.

Por si fuera poco David tenía pensado pasar la mañana cambiando el aceite al coche, pero un sentido de prudencia y acuciado por los dolores en tres partes de su cuerpo, se lo pensó mejor y se quedó en casa sentado, intentando rehabilitar su maltrecho cuerpo. La verdad es que podía estar contento, porque en muchas ocasiones su suegra que vivía sola acostumbraba a llamarle para algunas cosillas y seguro que si hubiera sido ese día tendrían que haberle trasladado directamente al hospital, pero de momento ese día con tres ya podía darse por satisfecho. En ese momento sonó el móvil y, efectivamente, era su suegra:

- Oye, hijo, a ver si puedes….

NO HAY DOS SIN TRES, Y, A VECES, SIN CUATRO

 

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