Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que, por casualidad, me encontré con el vecino de parcela, Marcelo, un agricultor, ya entrado en edad. Me dijo que entrara en la parcela para ver qué me parecía del estado del maíz.

Allí nos encontramos, y una vez dentro del maizar, pude observar los desajustes de las plantas de la parcela, donde, efectivamente, se podía observar una deficiente granazón de las panochas. Mientras el agricultor, y curiosamente sin prestarme demasiada atención, me explicaba la escasa rentabilidad de su explotación, porque no compensaba el trabajo que realizaban su mujer y él con los ingresos económicos totales. Me explicó que tenía dos hijos casados, que no querían saber nada del campo y que no le ayudaban en nada, ya que tenían bastante con su trabajo, eso sí, me insistió en que, sin embargo, los fines de semana era normal que le dejaran los nietos, con lo que su mujer y él que estaban todo la semana trabajando en el campo y difícilmente podían descansar.

Noté por sus palabras un cierto desencanto de su trabajo y un gran escepticismo.

Le consulté sobre el abonado que había echado y la conclusión fue que la carencia en fertilización era evidente.

Por abreviar, terminada la visita me dirigí a mi parcela y el hombre persistía en continuar con la conversación familiar.

- Mira Julián, tengo dos hijos como te he comentado. Mi mujer y yo llevamos estas veinte fanegas de tierra, diez de viña y el resto de cebada, maíz y melón, según los años y todo lo hacemos con nuestras propias manos, sin ayuda de nadie. Mi mujer y yo últimamente estamos muy cansados y ya no llegamos a rematar las faenas del campo como antes - diciéndolo todo de un tirón.

Yo le escuchaba sin hacer ningún comentario, esperando que terminara su confesión.

- Llevamos un tiempo en que mi mujer se encuentra muy cansada. Ella me ayuda en la poda, a recoger sarmientos, a vendimiar, a sembrar los melones y nuestros hijos no vienen nunca porque sus trabajos les tienen muy ocupados, así que estos meses hemos venido pensando en tomar una decisión.

Al año siguiente comprobé que la parcela que lindaba con  la mía no la cultivaba mi vecino de finca

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Ya hacía bastante tiempo que no tenía noticias de este agricultor y ya casi tenía olvidada la conversación mantenida anteriormente, hasta que un día que me encontraba trabajando en mi finca y se acercó Jesús otro vecino de parcela.

Jesús, el agricultor que venía conmigo y vecino de la parcela, se encontraba a mi lado y por curiosidad le pregunté:

- Oye, Jesús, ¿no son esas parcelas las de Marcelo, el de la calle Romanones? - señalando la parcela que ahora estaba de melones.

- ¡Ah! Sí, sí. Pero ya no son suyas, se las quitó de enmedio hace tres meses - me respondió.

- No me digas, ¿y qué hace ahora? - pregunté con curiosidad.

- Ya no está en el pueblo. Es un caso curioso, porque Marcelo era muy raro. ¿Sabes lo que hizo? - y prosiguió: - Pues cuando terminó la vendimia puso la tierra en venta y con el dinero se compró una casita en un pueblo en la isla de Mallorca, creo. A la vuelta del verano vendió la casa del pueblo. Dicen que dio algún dinero a sus muchachos y se fue con su mujer a Mallorca definitivamente - contó Jesús de un golpe.

- Vaya, vaya con Marcelo, con lo que le gustaba el campo y la agricultura - expresé con algo de sentimiento.

- La mayoría de la gente cree que su mujer había enfermado  y necesitaba un clima más cálido y debía buscar un lugar más adecuado para que su salud no empeorara y otra gente dice que estaban hartos del comportamiento de sus hijos y que esos eran los verdaderos motivos de tal decisión.

NUNCA ES TARDE SI LA DICHA ES BUENA

Emigrante Tomelloso

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