Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

La leyenda se produce en la capital Cuenca en los tiempos posteriores a la conquista realizada por Alfonso VIII en los territorios de Castilla, cuando, a pesar de la dominación, muchos musulmanes permanecieron en la capital aun en zona cristiana.

El kadí musulmán del que se habla en la leyenda se encontraba en principio en Toledo  y tenía una hija llamada Sobeya que era una belleza y por la que su padre tenía veneración. Cuando las huestes de Alfonso VIII conquistaron los territorios el kadí se trasladó  a Cuenca capital en una hermosa mansión permaneciendo en terreno cristiano, puesto que Alfonso VIII permitió que los árabes que quisieran pudieran vivir con los cristianos.

En Toledo Sobeya había tenido conversación con un capitán de Alfonso VIII, llamado Pedro de Hurtado y se habían visto a escondidas varias veces.

Sin embargo en Cuenca la situación era distinta, pues Sobeya no podía salir de la mansión que su padre el kadí disponía.

 Todo comenzó  volver a su ser, porque Pedro de Hurtado había conseguido la amistad del aya de Sobeya, pues su padre era viudo y esta mujer era la que cuidaba de la mora, de tal forma que consiguieron que Pedro pudiera declarar su amor por medio de una gran ventada de ajimez con celosía que daba la jardín y que Pedro, saltando la valla, pasaba largos ratos con Sobeya, declarando sus amores y e incluso la puso el nombre que le gustaba para Sobeya en cristiano y fue el de Rosalía.

Así iba transcurriendo el tiempo hasta que un día el padre de Sobeya la advirtió que había pensado en que contrajera matrimonio con un tal moro llamado Azuna, aunque Sobeya le dijo a su padre que no tenía edad para casarse y se negaba a hacerlo. Esta insistencia en la negativa  dio lugar a que Azuna pensara que existiría algún otro motivo por la que la su prometida no deseara contraer matrimonio.

Así las cosas  y ante la firme decisión del  padre de Sobeya de que se casara, la puso fecha para la boda.

Los dos jóvenes ya preocupados comentaron sus problemas y sus deseos de estar juntos y, poco a poco, Pedro convención a Sobeya de que se casaran por lo cristiano y que lo podía hacer un tío suyo que era sacerdote y una vez casados huir de la influencia de su padre.

Decidieron el día anterior de la boda propuesta escaparse por la noche  y con la ayuda del aya consiguieron salir sin ser vistos y, cuando ya estaban fuera en el jardín dispuestos, aparecieron varios moros que  se llevaron a Pedro y a Sobeya al volvieron a introducir en su habitación.

Su aya estuvo consolándola y la joven mora desconsolada por la desaparición de su amado. Sucedió que un buen día escuchó una conversación en la que quiso entender que se amado Pedro se había despeñado. Su desesperación fue muy grande y estuvo sollozando amargamente y en un momento pensó en suicidarse y con un cinta que llevaba la ató a la ventana y cuando estaba dispuesta a cometer  su ahogamiento, apareció la nueva aya, llamada Leila,  que era una  mujer de confianza del moro amigo de Pedro, que le había encomendado que cuidara de su amada Sobeya y gracias a su aparición consiguió evitarlo.

Durante varios días Leila intentó convencer a Sobeya de convertirse al cristianismo. Pasado un año en que el padre consideró que su hija habría olvidado a su amado le propuso de nuevo el matrimonio con Azuna, pero la joven se negó rotundamente diciendo que dispusiera de ella como quisiera pero que casarse nunca, echándole la culpa a su padre de lo sucedido a su amado Pedro.

 Mientras tanto, la joven convencida por Leila tomó la fe del cristianismo sin que nadie lo supiera, pero Leila le explicó que antes de tomar una decisión debería cuidar de su padre que se encontraba enfermo,  cosa que cumplió Sobeya con total normalidad y cuidados hasta que el padre falleció.

Llego el momento en el que decidió ingresar en un convento de monjas con su fiel Leila por lo que el ingreso supuso la nueva incorporación al convento de dos  monjas más : sor Rosalía y sor Esperanza.

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