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Cuadernos Manchegos
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Efectivamente el único personaje que tuvo la voluntad de erigir un monumento a nuestro universal escritor fue, ¡asómbrense!, José I, el rey francés en la época de Napoleón Bonaparte, y que fue rey de España. Precisamente esa fue la persona que lo promovió, a la que el pueblo madrileño asignó el calificativo de “el tuerto Pepe Botella”, que “no parecía tener los ojos como decía el pueblo y que no bebía”

Pues bien, la idea de conmemorar con una estatua a Miguel de Cervantes partió de un Decreto firmado por José I en el año 1810 en el que se indicaba que los restos del príncipe de los ingenios fueran trasladados del Convento de las Trinitarias a San Isidro el real. Pero además el decreto en cuestión aprobaba la resolución de realizar un monumento en la misma casa en que murió.

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 Finalmente, el proyecto no se realizó y quedó en el olvido, pero justo es decir que tuvo que venir un extranjero a honrar a nuestro genio de la literatura universal.

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Tuvieron que pasar 23 años para que el comisario de cruzada Fernández Valera consiguiera obtener las autorizaciones y permisos reales para la c0onstrucción de un monumento por parte de Fernando VII. El monumento fue sufragado a través de las recaudaciones de indultos y no como respetablemente pretendía en la primera oportunidad, José I, que con equidad pretendía fuera sufragado por todos los españoles.

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Por fin el monumento que hoy podemos admirar enfrente del Congreso de Diputados en la Plaza de las Cortes en Madrid se quedó instalado en 1835.

 A instancias del Duque de San Fernando en 1831, este personaje propuso al rey Fernando VII la idea de realizar un monumento a Cervantes y fue el propio rey el que asumió su realización, encargándole el proyecto al arquitecto Antonio Solá, por indicaciones del duque.

El autor de la estatua fue D. Antonio Solá, pero fue diseñado en Roma y fue fundido por los artistas prusianos Luis Follaje y Guillermo Hopsgarten.

La estatua tiene unas dimensiones de 10 palmos y medio de altura (2,40 metros) y está fundido con 89.68 kilos de cobre; 8,05 kilos de estaño y 0,49 kilos de plomo de una densidad de 8,67.

 La primera localización se realizó en la plaza del Duque de Nájera en un pedestal realizado por el propio Solá que no fue adaptado finalmente siendo sustituido por otro realizado por el arquitecto Isidro Velázquez, de material de granito.

En general, para el pueblo de Madrid y algunos técnicos, la estatua y el pedestal no fue muy bien acogido por entender que la figura de Cervantes con su espada y aspecto de militar no era concordante con la figura de un escritor e incluso se indicaba que era pequeña la estatua comparada con la grandeza del escritor.

La estatua llevaba una inscripción que decía: “A Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios españoles, año de MDCCCXXXV” y consta de dos relieves realizados por José Piquer Duart, que se aprecian, en un lado, la locura de don Quijote y Sancho al salir en busca de aventuras y en el otro la escena de los leones.

La estatua sufrió deterioros en el año 1856 como consecuencia de perder pare de la espada y recibir varios balazos.

 La estatua representa la figura del escritor con la pierna derecha algo doblada y en su mano derecha lleva un manojo de documentos y la mano izquierda apoyada en la empuñadura de la espada. La vestimenta se compone de un chaleco con botones, capa corta, un calzón abombado y en el cuello una gorguera.

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Simplemente recordar que Miguel de Cervantes falleció en Madrid el día 22/23 de abril de 1616 a la edad de 68 años, en casa de la esquina de la calle de León y de Francos-hoy calle Cervantes-, un edifico que tenía la entrada por a calle León y que fue desplazada  a la calle Cervantes actual, en un edifico que da a ambas calles de tres plantas y bajo Este edifico en el año 1833 quiso que se cediera al Estado para poder utilizarlo como lugar de cultura literaria, pero no quiso el propietario venderla y actualmente existen en el bajo varios establecimientos comerciales. Estas calles se encuentran en el barrio madrileño de Las letras y o de Las Musas y los restos de Miguel de Cervantes en la Iglesia de las Trinitarias Descalzas, que fueron las que consiguieron medios económicos para conseguir la libertad de Cervantes y su hermano cuando estuvieron cautivos en Argel.

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