Cuadernos Manchegos
Para cosechar hay que preparar la simienza también en los campos sociales

Para cosechar hay que preparar la simienza también en los campos sociales

Es demasiado recóndito los procedimientos adoptados para el fluir de la sociedad actual  en relación con las políticas de estado para orientar  la economía que repercuta en la convivencia social.  Y es muy triste  el derrumbe actual que predomina con antagonismo y rivalidad en medio de una estéril lucha por imponer razones, que no son razonables. Así se crean puertas plagadas de egoísmos con un porvenir oscuro sin límites, lleno de malos augurios.

Asisto, día a día al combate desleal de mensajes con demasiados riesgos de manipulación, atiborrados de erudición, apoyados en una literatura exenta de humanidad que incorporan su pensamiento único para defender posturas radicales, obviando los aciertos de los que no piensan igual a ellos. Y no es buena trayectoria este volcán de amigos y enemigos, donde la ausencia de educación y principios  es una arquitectura social que se resquebraja y, que  apenas se sostendrá durante mucho tiempo. Porque  enamorarse de una ideología política es ir a la deriva de no ser imparcial en favor, al menos, de la búsqueda de la verdad,  y sin esa parcela o cuota de imparcialidad, es fácil caer en la injusticia.

Asisto a la apoteosis del desafuero en contra del respeto hacia los demás en una movida beligerante, con demasiados contendientes como buitres carroñeros, olvidando por las hendiduras del trasiego diario lo que cuesta vivir con respeto y dignidad.  Y se olvida lo que es moral, esa disciplina filosófica  que nos muestra el camino del bien y de mal, desde la noche de los tiempos.

Cierto es, que para  subir peldaños de poder, en la arena del circo mediático, se hace imprescindible hacer la reverencia  a esos poderosos del momento, sin importar la vida y muerte de los que quedan masacrados. Y se olvida que para cosechar hay que preparar la simienza en todos los campos sociales. Porque si cosechamos amapolas tendremos hambre y si desvaríos, tendremos locura. Y los locos quedan bien para la literatura; la buena literatura, como Don Quijote, ejemplo del loco que al final, regresa al redil de la cordura. Si cultivamos flores y no se venden en los mercados, de nada sirven, a pesar de su belleza. Además sin víveres en las taquillas obtenidos con nuestro esfuerzo, tampoco se valoran los alimentos guardados.

Taquillas, despensas donde guardar el sustento ganado con la dignidad del trabajo, ese cimiento que da tranquilidad y calma, inculcando a la descendencia la honradez de depender del propio esfuerzo y no, de la picaresca y el limosneo carente de integridad y rectitud. Este es el ideal que toda persona de honor debe desear y elegir; un pueblo honrado exigirá honradez a sus gobernantes. Vivir de las prestaciones sociales es agonizar y renunciar a tener proyectos propios. Y también es sostener ese despreciable tráfico de influencias de la cota de poder. Porque  miramos hacia otro lado cuando dependemos exclusivamente del dinero obtenido fácilmente, desmemoriando en nuestro interior  que el trabajo es un deber social.

Nada aporta una sociedad descuidada y entretenida en el ocio. Sin futuro y  exigencias los pueblos en la Historia han dado pie a que los tiranos sean sus amos. Tenemos que discernir  lo que es mejor para nuestra sociedad, confiando en nuestras capacidades para el servicio del bien común,  sin ese logro  nada tiene valor.

Vivimos tiempos de aridez destruyendo paraísos alcanzados en medio de agresiones verbales y físicas, con infidelidades que nos acotan la raíz  primera del humanismo.  Esa certeza de que sin amar al otro, como a uno mismo, caminamos hacia nuestro fin sin remedio. Estamos hechos para el amor y no para el odio.

Natividad Cepeda