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Cuadernos Manchegos
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Hasta incluso los años setenta el oficio de “aguaor” era frecuente en la inmensa mayoría de los pueblos de España y tuvieron un periodo de actividad muy importante, antes de que llegaran los abastecimientos de agua a las poblaciones.

Al principio en los pueblos pequeños se traía el agua del pozo, fuentes y/o manantiales yendo los propios vecinos a sacar el agua que transportaban en  cántaros metálicos o de barro en sus inicios apoyados en la cadera como hemos podido ver en numerosas fotografías de la época, aunque posteriormente se traía el agua en unas carretillas de madera de una rueda frontal con dos espacios circulares donde se colocaban dos tinajas que podían ser de latón y generalmente terminaron siendo de barro, cuyos círculos eran protegidos para evitar que con el transporte pudieron romperse.

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Cuando en la poblaciones no existía agua corriente o bien porque tampoco existían pozos en  el mismo núcleo de la población o porque se encontraba el agua a distancia, existían en muchos pueblos de nuestro país los llamados “aguaores”, que no eran otra cosa-ni más ni menos- que personas que se encargaban de traer agua a las casas de los lugareños, para abastecimiento y para poder realizar guisos y comidas. Estos aguaores  se ganaban el jornal yendo a determinados pozos de cerca de las localidades y llenaban de agua unos cántaros que llevaban en los burros o en un carro tirado por animales y luego iban repartiendo su contenido por el pueblo cobrando por el importe el dinero acordado.

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La profesión llegó a coger tanta depuración económica, que hoy diríamos que se trataba de un planteamiento económico de tal forma que en muchos pueblos el aguaor traía dos tipos de aguas, unas para consumo normal y otra para ciertos guisos y preparados culinarios que depositaban y vendían a distintos precios.

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Los primeros aguaores llevaban un burro al que le adosaban dos o más habitáculos hechos de esparto y cáñamo u otro tipo de cañas que se enlazaban a ambos lados del lomo del animal y eran en forma de cono invertido donde se colocaban los cántaros para transportar el agua.

La mayoría de los aguaores  ya más modernizados, si se pueden llamar así, disponían de su propio carro  convenientemente adecuado para los cántaros cuyo perímetro incrustado en el carro era de forma redondeada  y estaban amortiguados con distintas tipos de lanas o telas para evitar la rotura de los cántaros durante el transporte. En algunos casos llegaron a transportar hasta ocho cántaros.

Ya, posteriormente, cuando los habitantes de los pueblos aumentaron ya eran muchas la necesidades de las familias y, como consecuencia,  aparecieron los aguaores, que en los inicios cobraban la voluntad, pero como buenos negociantes ponían precios por el agua que llevaban según cantaros.

El agua la recogían de determinados pozos que en algunos casos disponían de distintos tipos de aguas, pues era frecuente que muchos pozos tuvieran aguas salobres y otras más finas por lo que los precios eran distintos, bien es cierto que existían familias que disponían de pozos en su propia casa, pero eran las menos, por lo que el oficio de aguaor resultó de importancia en mucha poblaciones durante una determinada época.

De los datos recopilados los precios en aquellas épocas por cántaro oscilaban entre los cincuenta céntimos e incluso se llegaron a pagar dos pesetas. En todas las casa existían tinajas apropiadas convenientemente protegidas a la sombra o cubiertas y además  “las cantareras” que eran depósitos para el agua de consumo.

 No obstante en Andalucía todavía existen los que se siguen llamando “aguaores” que son personas encargadas de suministrar vasos de agua a los costaleros que soportan las imágenes en Semana Santa, aunque no se pueden considerar como un oficio.

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