Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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Torre de Juan Abad es una localidad de la provincia de Ciudad Real, con una población de 1.100 habitantes, que reúne una historia importante por su personaje famoso, como Francisco de Quevedo, que vivió en la población, como también por sus ciclos musicales y sus conciertos, entre otras.

En cuanto a leyendas la más conocida es la que me ha recordado un buen amigo y que, aunque algo había oído, no conocía en profundidad.

Se cuenta que en el año 1873, concretamente el 13 de octubre, unos malhechores entraron en la casa de Juan Tomás de Frías y Castillo, en la época de las guerras carlistas, y que esos malhechores, que a juicio de los vecinos eran carlistas, fueron  los que entraron en el pueblo con cincuenta jinetes y apresaron al alcalde y conminaron a los vecinos a que esa noche no salieran de sus casas ni encendieran las luces.

Los jinetes, acompañados por el alcalde, al que mantenían de rehén,  se dirigieron a la casa de Juan Tomás de Frías y  Castillo y le amenazaron para que les entregara el oro que guardaba. El hombre aseguró que no tenía ningún oro escondido, cosa que los asaltantes no se creyeron pues estaban convencidos que disponía del oro, ya que parece ser que venían bien informados. Se distribuyeron por todos los aposentos de la casa, incluso derribando paredes, cuando el propio Juan Tomás les ofreció dinero para que dejaran de destrozar su casa, cosa que no admitieron los asaltantes. Finalmente en la cueva descubrieron el oro y lo fueron cargando en nueve mulas de labor que robaron en el pueblo, además de lo que cada jinete mantuviera en escondido en sus bolsillos y alforjas y dejaron atado a Juan Tomás de Frías.

Los asaltantes salieron en desbandada, dispersos por distintos lugares, de tal  forma que a la mañana siguiente apareció una mula suelta en el molino de Álamos Blancos y otra más suelta en el paraje llamado del Hondón de la Santa.

Pasados los hechos el dueño comprobó que ningún sirviente había sido maltratado y los reunió preguntando si se habían llevado “el pellejo del chirro”, a lo que los sirvientes contestaron que no. Entonces el amo exclamó las siguientes palabras: ”Seguimos siendo ricos, un poco menos, pero ricos”.

Existen muchos trabajos llevados a  cabo sobre estos hechos, y nosotros nos peguntamos lo que supongo que harán los lectores: “… pero, cuánto dinero tenía este señor“. Porque sinceramente, nueve mulas llenas de oro con los serones en sus costados, más lo que se llevaron personalmente cada uno de los cincuenta jinetes, pienso que debía ser una cantidad enorme en monedas de oro y aún debía quedarle otra gran cantidad del contenido de los pellejos de la cueva y más concretamente con la expresión que dijo el dueño que incluso se quedó conforme(o quizá resignado), porque es de suponer que debía tener mucha cantidad también.

También se cuenta que el molinero, cuya mula volvió a  su lugar de procedencia, desapareció y no volvió a saberse nada de él.

El hecho tuvo una gran trascendencia y repercusión en todas las comarcas, intentando saber dónde había ido a parar el tesoro de las monedas de oro, dándose distintos localizaciones.

Las monedas correspondían a onzas de oro que se acuñaron hasta el final del reinado de Carlos IV y a las que se llamaban “peluconas”, porque el busto que aparecía en estas monedas portaba unas melenas muy largas.

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