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Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

La figura del escritor, Miguel de Cervantes, en numerosas ocasiones queda en el olvido usurpada por el personaje de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” que ha encantado y encanta, a todo aquél llamado cervantista, que sin dudar busca ir a esos confines imposible de meterse en la mollera de su autor, y padre de la figura legendaria quijotesca. Tanto es así que en los pueblos manchegos se pueden contemplar más figuras del Quijote en plazas, jardines e instituciones que del mismo Miguel de Cervantes.  Este dato es visible atendiendo a los constantes razonamientos derivados de la cervantina obra que junto a los parajes manchegos actuales se intenta descifrar por donde anduvo el fantástico caballero, olvidando que el autor de la novela, como buen fabulador, transita geográficamente y gira sobre su propia imaginación en ese encuentro solitario y creador del autor y su obra literaria.

Lo esencial de Miguel de Cervantes es ese conocimiento humano que describe en todas sus obras evidente en los personajes que nos encandilan incluso, cuando la mayoría de los que hablan de su famosa novela no la hayan leído ni una sola vez, porque no es posible leerse el Quijote de una sentá, dicho popularmente y, después atestiguar dichos y decires de Sancho Panza y don Quijote. Anécdotas recogidas de los estudiosos que se hacen populares haciendo suyas las invenciones de Miguel de Cervantes y taponando al autor en esa búsqueda plural de ir más allá del conocimiento de quien lo inventó. Por esta dinámica se ha creado un vacío sobre el autor peleándose continuamente unos pueblos contra otros, en un afán pueril de demostrar que los personajes del libro son de su exclusividad. Y así nos encontramos que la ojeriza entre municipios desata duelos de competencia en buscar quien es el que demuestra con eventos culturales, el galardón, de ser, donde los personajes nacieron y Miguel de Cervantes los incorporo a su famoso libro. En las fiestas culturales  se  interpreta diálogos declamados de la obra llamada,  universal, y casi nunca se escenifica sobre esa vida, apasionante y novelesca de su autor.

Los manchegos, y el resto de españoles, inventan tiempos y lugares quijotescos tan apasionadamente que, hay recipientes literarios adonde es imposible que quepan tanto desatino e injusticia sobre el padre que los  creo. Y no existe unidad entre los pueblos manchegos al trazar ese itinerario viaje dejando en el olvido pueblos, que según los doctos cervantistas locales o titulares de cátedras y universidades, no pasaron  el rucio de Sancho Panza y el escuálido Rocinante de don Quijote porque, las veredas y caminos son exclusivamente de esos trazados absurdos. Trazados en pos de una legitimidad no demostrable. La novela es maravillosa precisamente porque Miguel de Cervantes deja a la imaginación que el lector deambule, como él, por esas rutas solitarias de la imaginación de un pueblo, el español, sumido en la desventura de sus gentes. La Mancha no ha tenido buenas visiones de los viajeros que la han cruzado ni ayer ni hoy. Sería muy largo y prolijo citar nombre y libros a los que podemos acceder donde leemos que es tierra de incultos y pobreza, con un clima áspero, manifestado en el calor excesivo del verano y en la dureza del invierno; de pueblos solitarios y distantes  adonde es difícil llegar por estar mal comunicados. Pueblos donde se quedan con la chanza de Sancho, y la locura del Quijote, como si en cada una de sus páginas no palpitara el descalabro de  tanta pobreza acumulada durante siglos.

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Queda una deuda con la vida de Miguel de Cervantes: una vida tan novelesca o más que la de su principal protagonista, don Quijote. Vida que no le quitaría grandeza a su personaje porque de él, está sacado su otro yo. Cuando llego a un lugar por donde la vida de Miguel de Cervantes está documentada, siento su invisible sombra sobre el lugar, a pesar de las modificaciones que el tiempo ha deshecho de cómo fueron esas estancias.  Desciendo hasta el misterio que hay sobre las piedras de muros y en la larga noche del pasado busco entender  tanta experiencia acumulada del hombre que jamás desfalleció en su pasión de escribir y describir la tierra donde he nacido. La perspectiva  de la contemplación de la Mancha abarca el espacio tiempo donde los personajes de sus novelas se reencarnan en los de hoy, como si la creencia hindú fuera posible. Así en la posada y venta donde vela las  armas el caballero loco buscador del honor, la gloria y el amor, sigue estando la meretriz canjeadora  de placer por dinero en esos club de carretera, donde en caballos alimentados de agua negra y pestilente, otros locos o cuerdos, buscan sentirse vivos al precio que marque la tarifa. Y en los altozanos manchegos divisamos los molinos eólicos donde dicen que algunas águilas se estrellan en sus aspas gigantes.  Arrieros somos y en el camino nos encontramos con los que nos queman los libros de papel en medio de ese caos social, al que Miguel de Cervantes se asoma en las fiestas palaciegas de los bufones de las pantallas de plasma, por donde volamos en clavileños  en el deseo de alcanzar cotas de alturas inexplicables.

Cervantes, espectador y actor de la propia vida. Viajero por esos Campos de Montiel tan alejados de su viejo esplendor  medieval,  con sus taberneros  en las plazas de los pueblos,  y el trajín de ir y venir   por caminos por trabajo o por turismo a ver la oquedad de la Cueva de Montesinos…  Bajar y soñar con el escritor que vio cómo se formaban las estalactitas y estalagmitas, sentir el rumor del agua en su seno materno de manantial acuífero y al salir llegar hasta los lagos serenos de las lagunas de Ruidera. Contemplar con su mirada las gemas verdes de sus aguas, aspirar el aroma del tomillo y el romero y sentirse solo y perdido en aquella lejana tierra donde sus moradores ignoraban las ciudades italianas, el mar con sus naves y los temidos turcos haciendo padecer a los prisioneros. 

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Soledad y las leyendas que escuchaba de labios de todos ellos. Tierra manchega espiritual y asceta la que solo ven su grandiosidad de poseer el cosmos los que ven en sus noches las estrellas. Morir de nostalgia y soñar con ese amor imposible en una aldea pequeña donde las mozas trajinaban y sentían la sensualidad  al encontrarse con las miradas de los hombres… ¿Dulcinea…?   La encontró en Esquivias, en esa Catalina que sabía escribir y leer, algo inaudito en la mayoría de las mujeres de esos siglos; joven, creyente y con ese patrimonio para sacar de apuros cuando llegara la mala suerte. Cinco años dicen que vio salir el sol y la luna en Esquivias. ¿Cinco años de amor, de paz y de sosiego? Llegó por otras causas y se quedó donde celebró esponsales “En 12 de diciembre de 1584  el Reverendo Señor Juan de Palacios tiniente/ desposó a los señores Miguel de zerbantes vecino de Madrid/ y doña catalina de palacios, vezina de esquivias. Testigos Rodrigo mexia/ diego escribano y francisco marcos,/ El Doctor escribano (Rubrica)” “(Libro de difuntos y de Matrimonios de la iglesia parroquial de Esquivias  (Toledo). Volumen en folio, encuadernado en pergamino, al fol, 95 vuelto) “Así  lo publica  José Rosell Villasevil, en su libro “Cervantes, los gremios toledanos y otras zarandajas…” en el año 1997. Miguel de Cervantes en Esquivias intenta olvidar Argel.

Olvidar y escribir. El triunfo que siempre se le escapó; agua entre sus manos. Sus manos y Lepanto, todo y nada.  En la otra Castilla, la de las catedrales y monasterios, la casa de Valladolid. Valladolid en la infancia y después allá por 1604  con su hija Isabel, y Constanza, su sobrina, y sus dos hermanas Magdalena y Andrea, además de la sirvienta María de Ceballos. Una casa fuera de los muros de la ciudad del Pisuerga. Valladolid, la Corte de Felipe III, cerca y lejos de sus pretensiones.   Y el juicio y proceso de la muerte del Caballero de la Orden de Santiago, don Gaspar de Ezpeleta,  herido gravemente cerca de la casa de la familia Cervantes y muerto a los dos días. Declaraciones, temores y mientras todo eso los trámites para la publicación de su Don Quijote, donde recurre al librero Francisco de Robles…. Detalles de una vida casi silenciada. Impresionante en cada etapa. Muy desconocida para la mayoría de los que  sí conocen la figura del Quijote.  Aventuras de un escritor de vida novelesca que merecen una biografía popular para hacerla conocer entre los manchegos y todos aquellos que han leído o escuchado las aventuras de un hidalgo loco. Su azarosa vida y su mala fortuna no fue obstáculo para conocer el amor y soñar y crear con pasión y tesón la novela que marcó el camino de otras miles de historias noveladas.

Discutir por donde empezó a escribirse la gran obra cervantina es discusión absurda plagada de vanidades ajenas. La Mancha, toda ella, es un nombre  grandioso gracias a él. Nos falta ese conocimiento profundo de su gran personalidad que despierte el interés de los manchegos, y de los españoles. Se lo debemos. Es posible que entonces,  los reproches solapados de los pueblos manchegos sean capaces de tener uno horizonte dilatado y la figura literaria de Miguel de Cervantes, nos una a todos  para trazar los caminos por esta tierra extensa de soledad y de belleza, donde cabemos todos con nuestros gentilicios y señas de identidad, pero unidos ante la distancia que nos separa y que nos ampara, por obra y gracia de un gran escritor; Miguel de Cervantes.

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Natividad Cepeda

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