Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que todo estaba preparado. Habíamos subido al autocar y en la lista no faltaba nadie, así que di la orden al chófer para que iniciara la marcha. La excursión se dirigía a Murcia para visitar varios invernaderos de esa Región acompañados por jóvenes provenientes de los Cursillos de Incorporación de muchachos y muchachas de la comarca de Tomelloso.

            El ambiente era animoso, los jóvenes partían con gran ilusión. Para algunos era la primera vez que salían de viaje colectivo y era una novedad y ninguno tenía pensado perderse esta oportunidad para conocer nuevos lugares, nuevos cultivos y ampliar sus conocimientos.  El autocar discurría con normalidad y una vez que llegamos el viaje no se hizo pesado. Dos horas y media sin haber parado tampoco era una exageración para gente joven.

            Llegados a Murcia nos distribuyeron por las habitaciones del hotel que la Agencia de Viajes había concertado y después cada uno se repartió por la ciudad para comer. Habíamos quedado con el conductor del autocar a las 4,30 horas para visitar dos invernaderos próximos a la capital.

            Llegada la hora nadie faltó a la cita y nos dirigimos a los invernaderos.

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            La visita resultó satisfactoria para todos y la impresión era que les había gustado mucho. Como no teníamos más tiempo regresamos al hotel y cada uno quedaba dispuesto a salir a cenar y donde fuera.

            Me cambié de ropa y estaba preparado para salir. Algunos de los chicos y chicas dijeron de ir juntos para ver la capital, así que quedamos de acuerdo. Iba a salir cuando llamaron a la puerta. Pensé que sería alguno de los jóvenes con los que tenía la cita, pero no acerté, era Raquel, la mayor de todo el grupo que, aceleradamente, me agarró de la manga de la chalequilla y,  tirando fuertemente, me llevó medio arrastrando hasta una de las habitaciones.

            Al entrar me encontré a Sergio que agarraba fuertemente a Rubén, que se le veía con mala cara. Me acerqué y le toque la frente notándole con mucha fiebre. Le sentamos en una silla y a través de la operadora del hotel avisamos a una ambulancia.

            No hubo necesidad de esperar mucho tiempo, porque la ambulancia  llegó rápidamente. Montamos con Rubén en ella. Ya dentro de la ambulancia, los enfermeros empezaron a desnudar con mucho cuidado a Rubén  y lo que vimos nos dejó perplejos: tenía gran parte del cuerpo con grandes manchas de color verde y algunas erupciones dispersas por el cuerpo, pero lo que más nos llamó la atención fueron sus testículos. Nunca vi algo tan impresionante, habían aumentado de tamaño considerablemente, tenían una hinchazón formidable y su color era de un verde oscuro. Los enfermeros procedieron a inyectarle algún medicamento y el muchacho continuaba dando continuos espasmos de escalofríos seguramente por la enfermedad que tuviera.

            Llegamos al hospital y rápidamente procedieron internarlo. Mi compañera llegó poco después y estuvimos los dos yo toda la noche en el hospital, esperando alguna noticia.

            Nos pasaron unos documentos y una administrativa rellenó unos datos correspondientes a las preguntas que nos fue haciendo sobre el muchacho.

             A las siete de la mañana nos avisaron y pasamos a un despacho donde se encontraba un médico que supusimos debía ser el que le había atendido.

           - ¿Son ustedes sus padres? - preguntó.

            - No, no. Hemos venido con una excursión y somos los responsables de los componentes del grupo que vienen con nosotros - respondió mi compañera.

            - Bueno, bien, no se preocupen el muchacho está fuera de peligro y no hay que temer complicaciones. Está ya con las constantes normales y dentro de unas horas pueden disponer de él—nos tranquilizó el doctor.

            - Pero…,¿qué le ha pasado?¿Lo sabe usted? - pregunté lógicamente interesado.

            - Pues estamos casi seguros que ha sido una intoxicación  por contacto con algún producto químico que ha hecho reacción en su piel, por tanto algo externo al cuerpo, pero la reacción ha pasado y la medicación que le hemos dado ha resultado positiva. Ya no hay que temer una nueva reacción. Así que está fuera de peligro—nos explicó nuevamente.

            - Bueno, le estamos muy agradecidos por todo— levantándonos.

            - Es nuestro trabajo. Pasen por recepción y, hasta que salga el enfermo que le estamos haciendo unas última revisiones, procedan a rellenar los correspondientes trámites administrativos - terminó diciendo el doctor, levantándose y dándonos la mano.

            Tres horas después, hacia las diez, apareció por la puerta Rubén y nos dio la impresión de estar totalmente recuperado. Nos agradeció lo que habíamos hecho por él y le dijimos si decíamos algo a sus padres y se negó. Ya se lo diría cuando llegara a casa.

            Intrigados, le preguntamos si sabía el porqué de esas erupciones en la piel y el muchacho dijo que se lo imaginaba. Nos acercamos a un bar y pedimos unos desayunos, pues Rubén parecía tener bastante apetito. Ya disfrutando el desayuno y a una nueva insistencia nuestra el muchacho nos explicó el asunto:

            - Cuando le dije a mi padre lo de la excursión me dijo que me podía ir, siempre que sulfatara la parcela de El Retiro porque era urgente y si me iba cuando llegara de regreso del viaje, ya sería tarde. Que si lo hacía me permitía ir. Deprisa y corriendo me dispuse a hacerlo. Eran siete fanegas de tierra, así que cogí la mochila y todo lo aprisa que pude durante los días anteriores a la fecha del viaje terminé de sulfatarlas para el acedo. Yo notaba en la espalda algo de humedad, pero pensaba que era el agua que se perdía por la junta de la mochila, pero me duchaba siempre y no noté nada de particular - dijo de un golpe, y continuó, haciendo un breve descanso para echar un sorbo de café: - el último día tuve que darme más prisa y terminé a última hora, lo justo para ducharme rápidamente y cenar, pues al día siguiente salíamos de viaje, y eso fue todo.

            - Así que el arsenito es el que te ha provocado toda la infección. Pues de buena te has salvado, pudo ser la cosa mucho más grave. Ya sabes, cuidado con el arsenito y procura asegurarte cuando uses productos químicos - le dije.

            Curioso, ¿verdad?

Nunca las prisas fueron buenas

El Muchacho

 

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