Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que Sara era una niña de quince años—toda una mujercita—, alegre y simpática, que vivía con sus padres en una casa baja del pueblo. Iba al colegio y era muy buena estudiante y se portaba bien con sus padres y amigos. Era una chica estupenda.

Era frecuente que se juntara con otras amigas y amigos en los días que no tenía colegio y jugaba con ellos. En su casa tenía una habitación que ella misma cuidaba, limpiaba, barría y fregaba y la tenía siempre muy aseada y su madre no tenía que preocuparse de su cuidado.

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Sus padres eran gente obrera y trabajaban los dos. Tuvieron que casarse al quedarse embarazada su madre y no pudieron celebrarlo nada más que en la más estricta intimidad, pues no tenían previsto tal contingencia. Pero sus padres eran felices, se llevaban muy bien y Sara estaba contenta en casa.

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Un verano sus padres se dieron cuenta que Sara se mantenía más tiempo en la habitación que con los amigas y sus salidas a la calle eran cada vez menores. Les pareció algo extraño su comportamiento y pensaron si su hija tendría algún problema o que era simplemente cosas de la edad.

Procuraron observar sus movimientos sin que se diera cuenta, por si descubrían alguna forma de proceder fuera de lo normal. Durante unos días no encontraron nada extraño, si acaso únicamente lo menos usual es que pasaba mucho más tiempo de lo normal en su habitación, pero por lo demás no se percibía ninguna actuación distinta de lo de siempre.

Dejaron un tiempo de observarla, dando por sentado que su hija seguía siendo la misma y no volvieron a vigilar sus idas y venidas.

Pero Sara tenía un secreto. Muchos de los días que salía se dirigía a un  determinado lugar, dejaba un paquete y recogía otro. Así estuvo durante todo el verano.

Al año siguiente Sara acababa sus estudios en el Colegio—la secundaria— y sus padres pensaron que, si sacaba buenas notas, debían celebrarlo de alguna manera y la prometieron llevarla de viaje al lugar que ella quisiera y pasar unos días fuera del pueblo.

Y efectivamente, Sara obtuvo unas muy buenas calificaciones en Junio y ya sus padres intentaron con sus pequeños ahorros buscar un viaje que le gustara a Sara, sin que ella supiera que lo estaban preparando de antemano.

Sara, por su parte, continuaba con sus ocultas actividades y que parece que ya tenía casi finalizadas y realizó sus últimos paseos de paquetes. Pasó todo el mes de junio sin que la familia tuviera ninguna novedad fuera de lo acostumbrado y la vida siguió transcurriendo con toda normalidad.

Por fin los padres, en un día del mes de Junio y al finalizar una cena en casa, el padre le explicó que tenían ya pensado celebrar su finalización de los estudios e irse siete días los tres a una casa rural y que les dijera qué lugar le gustaría visitar.

Sara, con toda intención, les preguntó qué tiempo tenía para pensarlo. Su padre le contestó que tendría que hacerlo en cuanto pudiera, porque el viaje habría que hacerlo antes del quince de agosto, porque se aproximaba en esas fechas la vendimia y durante esos meses no podría ir a ningún lugar, porque el presupuesto familiar dependía de los jornales que el cabeza de familia empleara.

Sara, sin que se dieran cuenta sus padres, aceleró sus actividades secretas y cuando, después de numerosas gestiones ya las tenía finalizadas, tomó la decisión que desde hacía varios años tenía pensada.

Una de las noches, después de la cena, Sara les dijo a sus padres que ya había decidido el lugar donde quería ir con ellos a disfrutar un poco. Sacó un sobre de su bolso de la bata y se lo entregó a su padre.

Los padres se extrañaron de tanto protocolo, pero el padre pasó el sobre a su mujer. La madre, que se llamaba Julia, abrió el sobre y se encontró con un documento impreso que le extrañó y que se lo pasó a Lucio, que era como se llamaba su marido. Lucio cogió el documento y, ya preocupado, se dispuso a leer el contenido del papel que le entregó su hija.

El documento decía: “Válido para un viaje para dos personas para un crucero durante diez días al lugar que desee de las Antillas”  Este viaje está pagado.”. La cartulina disponía en el fondo de una fotografía de un buque crucero y el nombre de la compañía de viajes.

Extrañados, los padres preguntaron qué era eso del crucero y Sara sincerándose y muy formal se lo explicó a sus padres.

Les dijo que desde pequeña había visto los sacrificios de sus padres por criarla y las penalidades económicas que habían pasado para sacarla a delante. También les explicó que sabía que nunca, en los dieciséis años, se habían ido a ningún sitio, que no salieron del pueblo nunca y que se sacrificaron por ella y continuó diciendo que por ello se merecían un viaje para que disfrutaran y les pidió que no hicieran ninguna gestión para el viaje a las casa rurales, que se lo agradecía, pero que ella no quería ir a ningún sitio.

Sus padres estaban admirados del comportamiento de su hija y no sabían si llorar, darla dos besos o renunciar al viaje.

Así las cosas, sus padres le preguntaron si es que de verdad el viaje estaba pagado, a lo que Sara contestó que tenía dado ya un adelanto y en cuanto eligieran el destino que decidieran abonaría el resto del importe. Sus padres, lógicamente, extrañados le preguntaron de dónde había sacado el dinero.

Sara ya por fin pudo confesárselo y les dio las siguientes explicaciones.

Les dijo que durante dos años estuvo ganando dinero haciendo unos trabajos manuales, consistentes en confeccionar unos collares de adorno ensamblando las piezas necesarias de distintos modelos. Que con su amiga Luisa, habían encontrado una tienda que les daba las perlas y se encargaban de confeccionar las piezas.

Que lo hacían a escondidas en su habitación y que lo eligieron así porque la piezas eran muy pequeñas y era difícil que lo descubrieran sus padres, porque aunque las vieran no podían pensar que era para obtener algunos ingresos.

El padre de una compañera tenía un establecimiento de Compañía de Viajes y gracias a esta compañera consiguió que su padre le siguiera la corriente y le proporcionara el ticket de viaje.

El resultado final es que Julia y Lucio disfrutaron de unas merecidas vacaciones en un yate de lujo con todos los gastos pagados.

Sara terminó sus estudios en la Universidad y hoy es Gestor Comercial de una entidad financiera de prestigio.

 

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LOS HIJOS SON LA ALEGRÍA DE LA CASA, Y DE LOS CRUCEROS

 

 

 

 

 

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