Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

El oficio de sereno parece ser que se comenzó a instituir en el último tercio del siglo XVIII  y perduró hasta  los años cincuenta del siglo XX.

De forma general su función era vigilar las calles en las horas nocturnas, así como el orden público y auxiliar a la personas cuando fuera necesario.

Estas personas trabajaban en horarios nocturnos y ejercían una labor de cuidadores de la noche, pues ayudaban a la policía en cuanto sucesos de algún orden fuera de lo normal ocurriera, pero también en un primer período eran los encargados del alumbrado de las farolas, pero principalmente, y por lo que más se les conoce, era por ser portadores de las llaves de las casas, tiendas y locales comerciales, teniendo en cuenta que las portadas de las casas de aquella época eran verdaderos portones que se abrían con llaves de gran tamaño y peso, aunque al comportarse como vigilantes de las calles,  su presencia hacía una labor de  premisa para los más espabilados.

Su elección era muy selecta pues debían reunir unos requisitos de edad, de estatura y una inmaculada conducta pues se les exigía buena trayectoria y carecer de antecedentes delictivos, por muy pequeños que estuvieran calificados.

Como es lógico se situaron en las grandes poblaciones españolas y tuvieron una muy buena fama y prestigio por la atención a sus clientes, teniendo en cuenta que a esas horas los personajes que pudieran estar a deshoras tenían un porcentaje alto de no muy buen comportamiento cívico.

Cabe destacar que a su buena atención acumulaban unos grandes conocimientos de las personas, porque en mucha ocasiones actuaban como “curas de confesión” al recibir muchísima información, comidillas y secretos familiares y de barrio.

Los serenos iban uniformados llevando un capote de color gris y una famosa gorra de plato y en invierno una bufanda para el frio, provistos del famoso y conocido “chuzo” que era un garrote terminado en punta generalmente de hierro. Además disponían de un silbato y una pequeña pistola, en algunos casos y por supuesto un enorme montón de llaves como es natural y portaban el famoso farolillo. En Madrid, que es donde les he conocido, la mayoría de los serenos eran asturianos o gallegos y en algunos casos de carácter hereditario o de tipo familiar y su sueldo consistía en los pagos que realizaban los vecinos o los comercios y de las frecuentes propinas que recibían de las personas, pues no disponían de sueldo, ni tampoco de seguridad social.

La comunicación se producía cuando las personas aplaudían y llamaban con la palabra “Serano” que respondía con varios golpes de la garrota en el suelo y la palabra “va”. Cuando se encontraba algún tipo de problema utilizaba el silbato para avisar a  compañeros próximos o a la policía, en casos frecuentes de robos, algún incendio, borrachos o peleas callejeras, aspecto que utilizaban con frecuencia por no inmiscuirse en problemas de tipo policíaco, pero además estaban expuestos a cualquier agresión por estar solos, aunque he conocido a alguno que le acompañaba un perro, pero los menos, porque los clientes estos animales no les parecía bien.

Existen esculturas dedicadas a este oficio en distintas ciudades de España, como Castellón y Madrid y en Madrid una placa conmemorativa al último sereno. Además en México existe un monumento dedicado a estas personas.

.