Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que los mercadillos locales de nuestros pueblos son lugares muy apropiados para encontrar todo tipo de personajes. También entre ellos se encuentran numerosas personas  que tienen como hábito el robo de bolsos, carteras, paraguas y otras cosas por descuido de sus propietarios y utilizando diversos trucos para conseguir sus propósitos. Lo más frecuente es el robo de las carteras o bolsos de las personas, que realizan tanto mujeres como hombres que son especialistas en este tipo de manejos.

Pero suelen también presentarse el listillo de turno que, una vez realizada la compra, se va sin pagar a pesar de la gran habilidad que tienen los comerciantes para evitarlo, pero que finalmente muchos lo consiguen aunque no sean ladrones de hábito, sino espabilaíllos que se creen muy listos.

Pero nunca me había ocurrido tener la oportunidad de contemplar el hurto que tuve la ocasión de observar un día en nuestro mercadillo y que, por curioso e inédito, no puedo pasar sin contarlo tal como ocurrió.

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Estaba esperando en la tienda de frutas a que mi mujer terminara de hacer unas compras un poco separado del puesto de frutas y hortalizas. Al lado del mismo, y en la misma línea adjunta, se encontraba otra tienda de las mismas características: frutas y hortalizas.

Observando el movimiento de las gentes pude darme cuenta  cómo un hombre más bien bajo, con un andar que podría calificarse de saleroso, pasaba  al lado de la tienda próxima y, de improviso y con mi sorpresa,  dirigió la mano hacia una caja de pimientos y cogió uno de ellos de los mejorcitos de color rojo que había en la caja y siguió andando sin pararse como si nada hubiera hecho.

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Yo le seguí con la mirada pasmado del hecho del hurto y el hombre siguió andando sin que los de la tienda se dieran cuenta.

Pero ahí no estaba lo mejor de la cuestión. 

El hombre llevaba una cazadora con bolsillos laterales y, para que nadie se diera cuenta del hurto del pimiento, quiso introducirlo en el bolsillo lateral derecho de la prenda, con tan mala suerte que el pimiento resultó ser más grande que la abertura que permitía la entrada, por lo que comenzó a hacer gestos y ademanes de todo tipo intentando, sin lograrlo, meter el latoso pimiento en el bolsillo y tonto de él, volvió a hacer la operación con el bolsillo izquierdo , sin darse cuenta que, lógicamente, tampoco podría meter el latoso pimiento rojo, todo esto sin parar de andar y sin  mover la cabeza , como si estuviera paseando el pimiento para que le diera el aire. Finalmente perdí de vista al buen señor. Este descuidero desde luego no debía tener mucha hambre porque su cuerpo era más bien rotundo, pero sin duda se le encaprichó el pimiento y se lo llevó.

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La única solución para la próxima será coger un pimiento más pequeño o comprase una cazadora de bolsillos más grandes, porque me cabe imaginar qué pasaría si un día le diera por encapricharse con una sandía o un melón.

 

Narración basada en hechos reales

FRUTA DE HUERTA AJENA, ES, SOBRE TODO, BUENA

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