Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió que a lo largo de la vida de cualquier ser humano se conocen a multitud de personas, unas más profundamente y otras de forma más superficial y que todas tienen sus particularidades y su forma de ser y de comportarse.

Personas nefastas son aquellas que todo les sale mal o que, a menudo, le suelen acontecer sucesos de mala suerte o de casualidad negativa. No se trata de personas negativas, sino personas que tienen mala mano o mala suerte.

Fundación Elder

Pero también hay personas obsesivas, existen personas maniáticas y aquellas otras negativas que siempre están pensando que tiene que pasar algo malo, que lo encuentran siempre negro, pensando en que ha de pasar lo peor y que en todo momento las soluciones de los problemas nunca serán positivos.

Mejor conectados - Telefónica

La manía, costumbre o hábitos irrecuperables hay muchos y algunos se convierten en obsesión. No hablaremos de los hábitos de fumar, comer o beber,  como tampoco gestos al hablar y defectos al caminar, tatuajes o llevar piercings o de otras costumbres más especiales pero cotidianas.

Anúnciate en Cuadernos Manchegos

Contaré una anécdota curiosa, no por su novedad, sino porque personas como las que vamos a describir existen, pero sí por la forma y por los efectos producidos en el funcionamiento normal de una familia.

Un buen amigo, de nombre Alfonso, me comentaba que su suegro enviudó y al ser su mujer hija única, se vino a convivir a su casa. Lo describió como una persona nefasta. Así, con esta definición me la calificó.

 Mi amigo acudía a su trabajo con  normalidad y la verdad es que la relación con el suegro era relativamente escasa, pero cordial y normal. Me explicó que a pesar de todas sus extravagancias, era una persona que no se metía en nada, se limitaba a dar sus paseos, a comer y a dormir y se entretenía viendo y escuchando la televisión.

Su mujer, a los pocos meses, le comenzó a contar que hacia un tiempo que, en muchas ocasiones su padre, cuando se levantaba, aunque no siempre, solía decir: -Hoy pasa algo-  y efectivamente ese día ocurría algo fuera de lo normal, no para asustarse, pero el acontecimiento era la mayoría de las veces algo inesperado. Me refería que, aunque no tuvieran importancia hechos que podrían tomarse como normales, ella los interpretaba como maldiciones del suegro. La caída o rotura de un plato, de un vaso, que es un accidente normal en una casa, empezó a parecerla consecuencia de las premoniciones del suegro. Le siguió comentando que cada vez eran más los días en que refería la mencionada frase, lo que le indujo a pensar que su mujer estaba imbuida de los designios de su padre.

Su hija le preguntaba de vez en cuando a su padre que cuál era la causa de decir esas palabras un día sí y otro no y contestaba que desde que se levantaba de la cama, si no notaba nada, se callaba, pero cualquier pequeña cosa rara, él pensaba que el día no iba a ser normal. Preguntado por su hija qué tipo de cosas raras eran esas que provocaban la frase famosa, respondía que cualquier tontería, como que al ir a coger el zapato se le resbalara o al ponerse el calcetín no entrara la primera o a que se le cayera algo de la mesilla o que se rozara el pie con la silla, eran suficientes para augurar un mal día.

 Alfonso escuchaba a su mujer y no daba crédito a lo que le contaba. Cosas de ese tipo ocurrían todos los días y no era motivo para pensar que tuviera que acontecer algún suceso y menos de pequeña enjundia.

Intentó convencer a su mujer para que no diera importancia a esas pequeñas cosas que no tenían razón de ser, porque la notó cada vez mucho más influenciada por los mencionados hechos.

Uno de los días me contó que  se levantó casi gritando: ¡Hoy va a ser un día fatal!— comentó algo exaltada—. Su hija le preguntó el porqué y le contestó que se la había caído  el peine, que lo dolía la cabeza y que la dentadura postiza le rozaba y le dolía.

            En otra ocasión vaticinó que era mejor no salir a la calle porque presentía que iba a haber algún peligro. Su mujer, ya definitivamente obsesionada, ese día no salió a hacer la compra y yo me fui al trabajo, pero mirando arriba y abajo, a un lado o a otro, como esperando  que algún acontecimiento fuera a tener lugar.

Alfonso ya presentía que empezaban a estar demasiado afectados por los acontecimientos y por las mismas historias y que este asunto estaba llegando demasiado lejos. Cada vez que el suegro decía que el día sería malo, ya nos temíamos lo peor: un ciclón, un terremoto, un incendio, un accidente de tráfico.

Uno de los días de predicción no aconteció nada narrable, así que fue el momento de decirle al buen hombre que se dejara ya de esas frases por la mañana porque las cosas que tuvieran que ocurrir iban a pasar tuviera esas sensaciones o no las tuviera.

Pero Alfonso decidió actuar con mayor precisión y diligencia y tomó una determinación para ensayar una idea. Un día que el suegro no comentó nada sobre las posibles incidencias diarias, cogió a propósito un vaso y le tiró al suelo rompiéndose. Después, ese mismo día,  por la tarde, aflojó una bombilla y dijo que estaba fundida y para ya extralimitar la situación, dijo que perdió las llaves de la oficina y no sabía dónde estaban.

Otro de los días en que predijo males mayores, Alfonso procuró que todo estuviera en calma y sosegado, cosa que al parecer consiguió.

Todas estas patrañas ideadas dieron resultados, porque ya durante todo el tiempo que duró el buen hombre no volvió a exclamar  la famosa frase, aunque durante tres o cuatro veces tuvo que romper varios vasos.

Pero no quiero terminar este pequeño relato, sin hacer la observación que su hija, Teresa, de quince años y que estuvo observando todos los acontecimientos, es la que no se vio afectada en absoluto por ninguno de los hechos y siguió haciendo sus actividades con toda normalidad, dando por sentado que el abuelito estaba loco.

Consiguieron que lo que podía haberse convertido en una pesadilla pasara a ser una anécdota, no sin un incremento del presupuesto diario en platos y vasos.

 

No hay suegro que por mal no venga

Suegro Singular

.