Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Ella era un manojo de silencio extraído del vientre de mil vientres de mujeres venidas de aquella caverna de Platón que el filósofo inventó entre el vacío del tiempo y lo incierto de la vida.

Ella fue andando sin dejar huellas de su pie por donde cruzó sin historia ni epopeyas en el almanaque de los territorios de piedra, arcilla y agua sin otra herramienta que su hacer y su enseñanza a las mujeres que nacían.

Cooperativa virgen de las Viñas de Tomelloso

Ella nació con esa desventaja de ser cuna y telar de la vida en su seno para iluminar con la sangre vertida a borbotones entre el llanto primerizo de una criatura.

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Después ella se ciñó el vientre perdida su cintura con un lienzo cualquiera para que no le doliera aquella piel descolgada, floja y vacía que había dejado de ser cuna de agua del hijo mecido en las entrañas.

Y se miró en el espejo de sí misma viéndose como una cáscara rota después de los resuellos y los gritos de animal empujando para que saliera de la placenta rota la criatura.

Le dolía toda la geografía de su cuerpo  porque sin previsión alguna los pechos le escocían encima de soportar aquél cansancio que emanaba desde dentro como si ayudar a que otros nacieran fuera un desatino que ninguna otra mujer le había explicado.

Aquél era el credo de la vida padecer y hasta morir en ocasiones cuando la naturaleza se oponía  a dar paso a la vida bajo el viejo precepto de ser tierra fecunda y trasmitir la vida.

Ella tenía ese atributo, igual que la madre tierra engendraba en su seno como la tierra fértil que nos da cosechas, criaturas trepidantes de raíces antiguas que luchaban para repoblar el planeta.

¡Salve mujer encarcelada en el juego de un manual de llanto y desatino por anidar en ti todos los hijos de los hombres! Tú compañera de fábulas antes de ser escritas por los dioses.

Me duelen tus duelos y quebrantos casi siempre olvidados y me duelen aquellos horizontes que nublaron toda tu existencia de tinieblas absurdas y egoístas de tus padres, esposos, hermanos y hasta de tus hijos que después de adorarte como diosa profana de belleza sagrada te dejaron en cueros cuando dictaron leyes para regir ciudades.

Te cansaste y saliste de la penumbra y gueto donde estabas recluida y exigiste ser igual en derechos y no solo en obligaciones. Error toda esa miseria de escribir que eras tú diferente a ellos. Jamás te lo creíste pero pesa tanto el amor  que se abonó la estancia de toda convivencia con aquellos mandatos de que no estabas a la altura de los hombres que de ti habían nacido. Y callaste.

Hojeo las páginas escritas de esa procesión de injusticias y me asombra que tú hayas sido una sombra minúscula y escarnecida en los altares religiosos y laicos. Porque no se ignora que en la pirámide humana la cúspide y la base no serían posible si ti; y todos los ha permitido. Lo siguen permitiendo en países con nombres sellados por el poder del dinero y los convenios de estado. Y aunque en otras parcelas  de la tierra se celebre cada 8 de marzo  fiestas reclamando igualdad y derechos no nos engañemos, el infortunio de millones de mujeres sigue existiendo.

Yo no niego que hay que proseguir educando en igualdad no sólo cada 8 de marzo, cada día hay que hacerlo, pero sin perder la razón de saber que los dos somos seres necesitados de amor y comprensión: hombre y mujer  nacidos para la convivencia nunca para la agresión y el odio mal entendido, y peor aún, si es instrumento de políticas necias. Meditemos lo que se ha conseguido y aquello que hay que conseguir sin pausa, pero sin zafias groserías y frases erróneas como eslogan de panfleto sin tino ni cordura.

Porque ninguna mujer es una cáscara rota  a la que ultrajar, ni humillar, ni combatir haciéndola de menos frente al hombre. Tampoco mujeres contra los hombres, porque entonces sería como diseñar un agujero negro sin fondo y a la vez sin vida. Nos necesitamos por igual y para ello hay que educar y legislar sin caer en el atropello de plebe  irracional.

Ella, esa mujer anónima y yo, necesitamos ser visibles sin represión ni posibilidad de ocupar un lugar en la sociedad de igualdad, ganado con nuestro esfuerzo pero también sin las zancadillas y prepotencia de un sistema milenario donde la mujer no ha sido respetada como persona jurídicamente como el hombre.

Natividad Cepeda

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