La situación del campo español está al límite. Ya lo es desde hace tiempo.
No se pagan los productos en origen conforme a unos precios de coste y una rentabilidad para el productor.
Como ya es sabido, a dicha situación se le suma la subida de precios de insumos y combustible.
La consecuencia directa de esto es el paro de los agricultores y como dato clave el consumo de gasoil ha descendido comparando marzo de 2021 con marzo de 2022 en más de un 75% según las fuentes consultadas.
Todo indica que, aunque el paro de los transportistas ha sido notorio y destacado, el paro de los agricultores está ocurriendo igualmente. Por una parte, se ven las colas de tractores manifestándose por los pueblos, pero por otra parte se suma la realidad del paro, ya que éstos no están saliendo a trabajar. Y esto no se nota hoy, si no que se nota pasadas las cosechas del presente año.
Por tanto, en la sombra, la consecuencia consiguiente de esta situación es que si el agricultor para, el campo no produce y por tanto la soberanía alimentaria quedará en riesgo, más aún si cabe, como ha quedado demostrado tras el estallido de la guerra en Ucrania.
El sector primario no puede aguantar más y es por eso que extraña la tibieza del Ministerio de Agricultura a la hora de defender sus intereses.
¡Elecciones en el campo ya! Estamos en manos de gente que no defiende al sector agrario. La falta de democracia en el campo, y el apesebramiento de las organizaciones agrarias, que tienen asignada la representatividad a dedo por la Consejería por una ley derogada y con certificados caducados, paralizan al sector.
