Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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La pandemia por COVID-19 ha provocado hasta la fecha, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 150 millones de contagios, a causa de los cuales se han producido más de 3 millones de fallecimientos en todo el mundo. El confinamiento y el parón en la economía global se han saldado con un retroceso del 3% del PIB mundial, según el FMI, y como consecuencia de todo ello se han perdido millones de empleos en todas las economías, provocando que, en menos de un año, desaparecieran buena parte de los avances logrados en las últimas décadas en la reducción de la pobreza y que, al mismo tiempo, se produzcan pérdidas por valor de 500.000 millones de dólares por cada mes que se alarga la pandemia.

Ha sido en el ámbito de los sistemas sanitarios donde se han producido mayores dificultades. Así, a fecha de hoy el 90% de los países siguen experimentando graves problemas para recuperar la normalidad en los servicios de salud; un tercio de ellos reconoce dificultades en la cadena de suministros sanitarios básicos; mientras que un 20% continúa con interrupciones en los servicios de atención primaria o en la provisión de atención en salud mental, cirugías, o enfermedades como la tuberculosis, la hepatitis o el cáncer. Esta situación se ve agravada en el caso de los países de ingresos bajos, con un tercio de ellos manifestando grandes dificultades para proporcionar acceso a tratamientos de prevención de enfermedades como la malaria o el VIH. Como ha explicado recientemente Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, “la interrupción de los protocolos habituales de vacunación en enfermedades como el sarampión, la polio u otras enfermedades prevenibles puede producir graves consecuencias a largo plazo en la salud de los niños y las niñas, por lo que es necesario actuar sin demora”.

A lo anterior hay añadir el impacto en otros ámbitos y sectores de la población más concretos, y sobre todo en la infancia, que ha visto cómo se ha paralizado el acceso a la educación en buena parte del mundo. Aunque en muchos países ya se ha vuelto a las aulas, las pérdidas generadas por las desigualdades educativas, amplificadas por la pandemia, persisten en gran parte de ellos. De hecho, tal y como recuerda también UNICEF, todavía hay 168 millones de niños y niñas que no han regresado a la escuela desde el comienzo de la pandemia.

Pese a que los esfuerzos de la comunidad científica han permitido sintetizar diversas vacunas eficaces contra el coronavirus, la realidad es que todavía es pronto para afirmar que la amenaza está controlada. A las dificultades para inmunizar a toda la población se le une el desigual reparto de las vacunas, estableciendo una brecha intolerable entre aquellos estados que tienen mayor capacidad económica para su compra y distribución, y aquellos otros que carecen de los recursos suficientes para adquirirlas, así como de sistemas sanitarios capaces de proporcionarlas a su población.

La introducción de las diferentes vacunas ha permitido que, a fecha de hoy, casi 1.000 millones de dosis hayan sido suministradas, lo que ha permitido que buena parte de las economías más desarrolladas hayan avanzado mucho en su estrategia de vacunación, con porcentajes superiores al 25% de la población en la mayoría de ellos, y con firmes perspectivas de alcanzar la inmunidad comunitaria durante los próximos meses. Sin embargo, en el caso de los países con menos ingresos estas cifras son muy inferiores, con muchos de ellos por debajo del 3% o, directamente, sin datos disponibles porque apenas se ha comenzado a suministrar a la población. En muchos de estos casos existe el riesgo de que las vacunas no lleguen hasta 2022 o incluso más tarde.

Enfermedades globales como la provocada por el COVID-19 nos muestran que nadie está a salvo hasta que toda la población está a salvo, ya que cada vez que el coronavirus se transmite, se corre el riesgo de que se transforme en una nueva variante que puede prolongar la amenaza en todo el mundo. Poner las vacunas a disposición de quienes más las necesitan es la forma más rápida, así como la más justa, de poner fin a la pandemia. Es necesario garantizar que todos los países del planeta tengan acceso a las vacunas al mismo tiempo, por lo que resulta primordial permitir un acceso equitativo a éstas y asegurarse de que ningún país se quede atrás en estos tiempos de crisis mundial.

Con esta finalidad, el mecanismo COVAX, puesto en marcha por la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI), la Alianza Gavi para las Vacunas (Gavi) y la OMS, se ha convertido en el instrumento más adecuado para lograr que los ciudadanos de los países de menos ingresos puedan acceder a las vacunas contra el COVID-19.

Además de las aportaciones económicas, la mejor forma de que los países en los que la vacunación está más adelantada contribuyan a COVAX es mediante la donación directa de las dosis sobrantes, teniendo en cuenta que la mayoría de ellos ha comprometido con las empresas farmacéuticas un número mayor de vacunas del que finalmente será necesario suministrar. La Unión Europea, por ejemplo, va a contar con un excedente potencial de más de 450 millones de vacunas, suficiente para inmunizar a un tercio de la población de África, continente en el que los porcentajes de inmunización son los más bajos del planeta en estos momentos.

La donación de dosis sobrantes al mecanismo COVAX no es solo una cuestión de justicia o de solidaridad con los países con más dificultades. Es también una forma de atajar anticipadamente la extensión de una enfermedad que ha demostrado una gran capacidad para producir variantes que aumentan el riesgo de nuevos y más letales contagios. Como ha explicado recientemente António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, “Necesitamos que los países se comprometan ya a compartir el excedente de dosis de vacunas, lo que ayudaría a vacunar a todos los profesionales sanitarios del mundo de manera urgente y a evitar que los sistemas de salud se colapsen”.

La donación es también una forma de combatir una crisis global agudizada por el parón en la actividad económica. En este sentido, diversos análisis han demostrado que, por cada dólar invertido en el suministro de vacunas a los países de ingresos medios y bajos, se producirá un retorno de 4,8 dólares en forma de impulso a las economías de estos países y, por tanto, a la economía global.

Aunque ya se han dado algunos casos de acuerdos bilaterales para la donación de vacunas sobrantes, resulta primordial que todas las donaciones se articulen por medio de COVAX, por cuanto este mecanismo ha sido diseñado con la finalidad de facilitar el acceso a las vacunas de manera equitativa, evitando cualquier otro tipo de motivación -económica, diplomática- que puede producirse en el caso de los acuerdos entre dos países. COVAX actúa en coordinación con la Organización Mundial de la Salud y, por tanto, las vacunas gestionadas por este mecanismo serán destinadas a aquellos lugares en los que sean más necesarias.

Del mismo modo, y de forma paralela a la donación, es primordial que todos los países tengan la posibilidad de fabricar sus propias vacunas de manera autónoma, sin necesidad de depender de manera exclusiva de las empresas que actualmente están desarrollando la producción para todo el mundo.

Por todas estas razones, las Cortes de Castilla-La Mancha instan al Gobierno de Castilla-La Mancha, para que a su vez inste al Gobierno de España a:

1. Incrementar las contribuciones económicas al mecanismo COVAX, e igualmente promover la donación de los excedentes de vacunas adquiridos en España a los países que en estos momentos tienen mayores dificultades para inmunizar a su población por carecer de los suministros necesarios para ello.

2. Realizar un llamamiento al resto de administraciones públicas y al sector privado, a fin de redoblar el esfuerzo, en forma de contribuciones económicas, a todas aquellas iniciativas encaminadas a favorecer la adquisición de vacunas y suministros sanitarios básicos para la inmunización, especialmente a través del mecanismo COVAX.

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