A la intemperie de este invierno
recurrente y catastrófico,
el frío viste su rango de estoicismo
sobre las ciudades desiertas,
preocupa no saber del murmullo
del diálogo en los trenes
y los autobuses más tardíos,
de los parques y los juegos de los niños.
Llueve y pareciera que no fuera suficiente
para cubrir de nuevo las avenidas
y poder cobijarnos en cualquier bar
donde mezclarnos con los economistas,
los banqueros y los birladores de esperanzas,
ellos saben cruzar las calles sin apenas
mojarse los bajos de sus pantalones,
son muchos y nos aburren,
poco les importa que llueva
y que el mundo se agolpe en los márgenes
de la incoherencia y la miseria más rastrera,
no entienden de poesía
-ni falta que hace-
pero la predican cada día
sentenciando su egoísmo
sobre nuestra estrategia capitalista:
poder cruzar las calles sin mojarnos,
anónimos, avanzando, con la única esperanza
de hacer eterna la lluvia y el deseo de reconquista.
@ Miguel Á. Bernao
#poemasbernao