Este personaje aparece en la primera parte de El Quijote en dos vertientes y sentidos en los capítulos XVI y XVII. Maritornes aparece diseñada como una criada amiga de hacer favores, fea y muy desfavorecida, denominada como moza del partido y que El Quijote confunde con una dama de un castillo que acude a su cama y don Quijote trata de explicar y contarla sus aventuras y se forma un truculento barrullo de bastante importancia cuando el arriero se da cuenta de la situación y acude a don Quijote y comienza a darle una paliza, ya que Maritornes donde en realidad acudía era a la cama del arriero.
Los hechos ocurren en su inicio después de la aventura que tienen don Quijote y Sancho como consecuencia de la paliza que reciben porque el caballo de don Quijote, Rocinante, había puesto en huida a las yeguas de unos arrieros en el camino. Cansados y fatigados resuelven dormir en una venta donde precisamente está de criada Maritornes, una criada asturiana.
Llegada la noche don Quijote imagina que se trata de una dama de un castillo que va a su mama, cuando la verdad es que la tal Maritornes va a agradecer sus favores a un arriero que la espera, estando situados en una misma situación. Don Quijote trata de explicarla sus hazañas y acontecimientos hasta que al arriero toma manos en el asunto y se cabrea y se lía a dar una serie de golpes, que alarme a toda la venta y entren en escena el dueño de la venta, un representante de la Santa Hermandad y finalmente hasta se ve involucrado Sancho, porque Maritornes en vista del manifiesto reparto de golpes se cobija con Sancho y también es apaleado.
Sin embargo en el capítulo XVII Maritornes es presentada como una persona cariñosa y afectiva que ayuda y colabora, después de la escena del manteo qye sufre Sancho, por parte de unos andaluces y como consecuencia de no haber pagado al ventero.
Frases
El retrato que hace Cervantes de Maritornes no es de agradecer:
“… una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.”
También es curiosa la contestación que da don Quijote al dueño de la venta para no pagar los costes del alojamiento:
“Engañado he vivido hasta aquí -respondió don Quijote-; que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero pues es ansí que no es castillo, sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga; que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto (sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario) que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a todos los incómodos de la tierra”.
Se puede decir que es uno de los acontecimientos más cómicos de El Quijote.