Cada primer martes de mayo, el mundo se une para conmemorar el Día Mundial del Asma, una fecha clave promovida por la Global Initiative for Asthma (GINA) con el objetivo de mejorar la conciencia sobre esta enfermedad crónica que afecta a millones de personas en todos los continentes. Este año, el lema elegido —«Mejoremos la calidad del aire para respirar mucho mejor»— nos invita a reflexionar no solo sobre el control del asma, sino también sobre la responsabilidad colectiva que tenemos en la mejora del medioambiente y de la salud respiratoria global.
Vivimos en un mundo donde la contaminación atmosférica es ya una de las mayores amenazas ambientales para la salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 90 % de la población mundial respira aire contaminado. Y para quienes padecen asma, esta realidad puede ser aún más crítica. ¿Qué podemos hacer nosotros, como ciudadanos, gobiernos y sociedades, para cambiar esta situación?
¿Qué es el asma y por qué es un problema de salud pública?
El asma es una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias que provoca dificultad para respirar, opresión en el pecho, tos y sibilancias. Puede manifestarse de manera leve o severa, y aunque es tratable, no tiene cura.
Datos clave sobre el asma
- A nivel mundial, más de 262 millones de personas padecen asma.
- Se estima que mueren cada año unas 461.000 personas debido a esta afección.
- El asma afecta tanto a niños como a adultos, pero es la enfermedad crónica más común en la infancia.
- La mortalidad y morbilidad del asma están estrechamente ligadas al acceso desigual a diagnósticos adecuados y tratamientos eficaces.
Factores desencadenantes del asma
El asma no es causada por una única razón. Sus desencadenantes pueden variar de persona a persona, y entre los más comunes se encuentran:
- Contaminación del aire, tanto interior como exterior.
- Alérgenos ambientales como el polen, los ácaros del polvo y el moho.
- Tabaquismo activo y pasivo.
- Infecciones respiratorias virales.
- Cambios climáticos extremos y variaciones de temperatura.
Si bien la predisposición genética desempeña un papel importante, el entorno en el que vivimos incide notablemente en la aparición y severidad de los síntomas.
Contaminación del aire: el enemigo invisible
¿Qué entendemos por calidad del aire?
La calidad del aire se refiere al estado del aire que respiramos, determinado por la cantidad de contaminantes presentes en él. Estos pueden ser partículas finas (PM2.5 y PM10), dióxido de nitrógeno (NO₂), ozono troposférico (O₃), monóxido de carbono (CO) y compuestos orgánicos volátiles, entre otros.
Cómo afecta la mala calidad del aire al asma
Una persona con asma puede experimentar un empeoramiento de sus síntomas al exponerse a aire contaminado. Las partículas finas, por ejemplo, pueden penetrar profundamente en los pulmones y agravar la inflamación bronquial. De hecho, se ha demostrado que:
- La exposición prolongada a la contaminación puede inducir la aparición de asma en niños.
- Los picos de contaminación están correlacionados con un aumento de hospitalizaciones por crisis asmáticas.
- Vivir cerca de zonas con alto tránsito vehicular aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad.
El impacto no se limita a la salud individual. El asma también representa una carga económica significativa para los sistemas de salud pública, al generar gastos en medicación, atención médica y pérdida de productividad laboral.
Estrategias para mejorar la calidad del aire y reducir el impacto del asma
La lucha contra el asma no puede centrarse exclusivamente en medicamentos y terapias individuales. Debemos atacar el problema de raíz, promoviendo entornos más saludables y sostenibles.
Políticas públicas y urbanismo sostenible
Los gobiernos tienen un papel crucial en la mejora de la calidad del aire a través de políticas eficaces:
- Promoción del transporte público limpio y de medios alternativos como la bicicleta o caminar.
- Regulación de las emisiones industriales.
- Fomento de zonas verdes urbanas que actúan como pulmones naturales.
- Incentivos para la transición energética hacia fuentes renovables.
Una ciudad que prioriza el bienestar de sus habitantes es una ciudad que respira mejor.
Acciones ciudadanas para un aire más limpio
Como ciudadanos, también podemos contribuir al cambio mediante pequeñas acciones cotidianas:
- Reducir el uso del automóvil particular y optar por el transporte compartido.
- Evitar quemas al aire libre o el uso de productos con compuestos químicos tóxicos en casa.
- Apostar por la eficiencia energética en nuestros hogares.
- Educar a los niños sobre el cuidado del ambiente y su relación con la salud.
Estas decisiones, aunque parezcan mínimas, tienen un efecto acumulativo y poderoso.
Educación y diagnóstico: pilares para un control efectivo del asma
No basta con respirar aire limpio si no sabemos cómo manejar adecuadamente el asma. Aquí entra en juego la educación sanitaria, tanto para pacientes como para profesionales.
Importancia de un diagnóstico temprano
El diagnóstico precoz del asma es clave para evitar complicaciones. Un tratamiento adecuado permite mantener la enfermedad bajo control y evitar hospitalizaciones. En muchos países, sin embargo, los diagnósticos tardíos o erróneos son comunes, especialmente en comunidades con menos acceso a servicios médicos.
Educación para empoderar al paciente
El paciente asmático debe ser un agente activo en el manejo de su salud. Para ello, necesita saber:
- Cómo usar correctamente los inhaladores.
- Qué factores evitar para prevenir crisis.
- Cuándo buscar atención médica urgente.
- Cómo adaptar su estilo de vida para reducir riesgos.
La autogestión del asma es una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida. Los programas educativos deben ser accesibles, inclusivos y culturalmente relevantes.
Respirar bien es un derecho, no un privilegio
En este Día Mundial del Asma, tenemos la oportunidad de visibilizar una enfermedad que, aunque común, sigue siendo subestimada. El lema de este año —«Mejoremos la calidad del aire para respirar mucho mejor»— es una invitación a actuar con urgencia y compromiso.
Nos enfrentamos a una crisis ambiental que afecta directamente la salud respiratoria global. No podemos ignorar más la conexión entre el aire que respiramos y las enfermedades que padecemos. Si queremos un mundo donde nuestros hijos crezcan sin miedo a una crisis asmática, donde los adultos no tengan que faltar al trabajo por una enfermedad prevenible, y donde la salud no dependa del código postal en el que vivimos, entonces debemos empezar hoy.
La calidad del aire es una responsabilidad compartida. Desde las decisiones políticas hasta los hábitos individuales, todo cuenta. Porque respirar bien debería ser un derecho universal, no un privilegio de unos pocos.














