Con el inicio del curso escolar 2025-26, alzamos un grito apasionado: la educación inclusiva es el latido de una sociedad que anhela justicia, solidaridad y, sobre todo, paz. Como catedrática con 50 años de lucha por la equidad y la defensa de los derechos humanos, testifico con datos y corazón que cada niño y niña merece una educación que celebre su diversidad, encienda su potencial y los empodere para construir un mundo en paz. Esto incluye a los estudiantes migrantes, que representan el 12% de los alumnos de primaria y secundaria en España (Ministerio de Educación, 2023) y que, con frecuencia, enfrentan barreras lingüísticas, culturales y socioeconómicas. Su integración plena es esencial para tejer comunidades cohesionadas que promuevan la convivencia pacífica. Solicitamos a políticos, docentes, familias y ciudadanos que trabajen colaborativamente para convertir las aulas en faros de empatía, compromiso con la naturaleza y una cultura de paz que transforme el mundo.
La UNESCO (2020) define la educación inclusiva como un mandato ético para garantizar un aprendizaje equitativo para todos y todas, con la paz como horizonte irrenunciable. Sin embargo, los retos persisten: el 12% de los estudiantes de secundaria en España sufre acoso escolar (Ministerio de Educación, 2023), comportamientos asociales que hieren la autoestima y socavan la convivencia pacífica. En Castilla-La Mancha, como en la ruralidad de Albacete, solo el 60% de los hogares cuenta con internet de alta velocidad (Junta de Comunidades, 2024), limitando el potencial de la inteligencia artificial (IA). Además, el abandono escolar temprano afecta al 10% de los jóvenes en zonas vulnerables (INE, 2023). Es hora de pasar de las palabras a los hechos. Exigimos escuelas vivas, equipadas con tecnología y conectividad, que sean espacios seguros donde la paz se viva y se aprenda. Reclamamos formación docente en pedagogías inclusivas, uso ético de la IA inspirado en el modelo finlandés (OCDE, 2022), y programas contra el ciberacoso que fortalezcan la autoestima, promuevan la salud y la resolución pacífica de conflictos.
En un mundo herido por la crisis climática y los conflictos, la educación debe fomentar el respeto por el planeta y la convivencia pacífica. La solidaridad, la empatía y la paz han de convertirse en el idioma de las aulas, protegiendo a la infancia de amenazas como la pornografía infantil (Save the Children, 2024) y promoviendo una cultura de no violencia. Igualmente, la IA debe democratizar el aprendizaje y no convertirse en un privilegio, garantizando que todos los estudiantes, incluidos los más vulnerables, tengan la oportunidad de contribuir a un futuro de paz. Para lograrlo, es imprescindible invertir en infraestructura, formación y programas educativos que prioricen la educación para la paz y la convivencia.
Este nuevo curso debe ser un punto de inflexión: que los gobiernos prioricen presupuestos para zonas desfavorecidas, que las escuelas de Castilla-La Mancha lideren programas piloto de conectividad universal y que las comunidades educativas impulsen la formación docente en educación para la paz. Con pasión, hagamos de la educación inclusiva la semilla de un mundo más justo, sostenible y en paz.














