La noche se va con una luna redonda, limpia, como si hubiera pulido la ciudad a conciencia. En la redacción, el silencio cede ante el primer zumbido de las pantallas y el olor a café recién hecho. Empieza la lista del día: llamadas a fuentes que madrugan más que el tráfico, una comparecencia en el ayuntamiento, una entrevista por teléfono que promete titular y una visita de barrio que pide minutos y mirada.
Entre la libreta y el teclado, late otra agenda: la del autónomo. Facturas que cuadrar, presupuestos que negociar, cuotas que no entienden de festivos. En paralelo, la noticia corre: se escucha el audio, se verifica el dato, se corrige una coma que puede torcer el sentido. Publicar es llegar a tiempo sin perder el rigor.
Al mediodía, la ciudad ya opina sobre lo publicado. Por la tarde, nuevas pistas, alguna rectificación honesta y un cierre que nunca es del todo cierre. La luna volverá esta noche. Y aquí, en primera línea, la jornada empieza de nuevo.














