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jueves, diciembre 4, 2025
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Máximo Florín: «Las plantas de biometano no hacen desaparecer los residuos, los transforman en otros nuevos como el digestato»

El profesor de la UCLM, Máximo Florín, habla en profundidad sobre las plantas de Biometano y su repercusión en la comarca

Cuadernos Manchegos conversa con Máximo Florín, profesor de energías renovables, ecología y paisaje de evaluación ambiental en la UCLM, sobre qué es realmente una planta de biometano, los riesgos para la salud, la falta de información oficial y el impacto que pueden tener los proyectos previstos en Tomelloso y su comarca.

Cuadernos Manchegos (C.M.): Máximo, muchas vecinas y vecinos de Tomelloso nos preguntan a diario: ¿qué es exactamente una planta de biometano? Se habla mucho del tema, pero poca gente tiene claro en qué consiste.

Máximo Florín: Una planta de biometano es, ante todo, una instalación energética de carácter industrial. Es una tecnología que existe desde hace años y que, en los últimos tiempos, se ha perfeccionado mucho. Se usa de forma masiva en países como Francia o Alemania, con niveles de seguridad razonables cuando se hace bien.
Ahora bien, no todas las plantas son iguales. En España se están proyectando instalaciones muy diversas y, en esta comarca, se está planteando un modelo de macroplantas para procesar grandes volúmenes de residuos, con implicaciones ambientales y sociales muy serias.


Economía circular… ¿de verdad?

C.M.: Se suele hablar de economía circular asociada a estas plantas. ¿Tenemos algún ejemplo que ayude a entenderlo?

Máximo Florín: Sí, hay un caso muy ilustrativo en Normandía (Francia) que se ha enseñado como modelo. Allí la planta no pertenece a una gran empresa gasista, sino a 38 agricultores y ganaderos. Ellos llevan sus residuos, la planta genera biometano y el subproducto -el digestato- se trata adecuadamente para ser un fertilizante útil y seguro.
Además, el biometano que producen se destina a autoconsumo, no a inyectarlo a un gasoducto. Eso es una economía circular bien planteada. El problema es cuando se usa esa etiqueta como reclamo mientras el modelo real es otro muy distinto.


Tomelloso, los residuos y «las cuentas que no salen»

C.M.: En el caso de Tomelloso se habla de procesar unas 227.000 toneladas de residuos al año. ¿Qué significan esas cifras?

Máximo Florín: Son cifras muy llamativas. El inventario regional de residuos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha recoge que, sumando absolutamente todos los tipos de residuos de Tomelloso, se llega a unas 190.000 toneladas anuales.
Es decir, aunque la planta procesara todos los residuos del municipio, seguirían faltando unas 37.000 toneladas. Y según lo que se ha publicado, la instalación trataría solo unos pocos tipos: vinazas, purines, estiércoles, gallinazas y lactosuero. Si hacemos ese cálculo solo con esos residuos, entonces faltarían más de 165.000 toneladas al año.

En la práctica, eso significa que los residuos tendrán que venir de fuera. Por eso digo que, cuando miramos los datos con calma, «las cuentas no salen».


Transparencia, papel y la ley de acceso a la información

C.M.: El alcalde ha dicho que el proyecto está disponible en el Ayuntamiento para quien quiera consultarlo. ¿Es suficiente?

Máximo Florín: Legalmente, lo que cuenta es lo que aparece en la plataforma de evaluación ambiental de Castilla-La Mancha, no lo que se filtra por declaraciones o notas de prensa. De momento, ahí la información es muy limitada.

Por otro lado, el proyecto según lo que  que marca la Ley de Transparencia, tendría que ser en formato reutilizable, donde se pueden hacer búsquedas, cruzar datos, descargar documentos… Un proyecto de este tipo puede tener centenares de páginas.


¿Son viables todas las plantas que se están proyectando?

C.M.: Más allá de Tomelloso, en la comarca hay varias plantas proyectadas. ¿Es viable este despliegue?

Máximo Florín: Esa es una pregunta que deberían responder los promotores y, sobre todo, el órgano ambiental de la Junta de Castilla-La Mancha. Pero mirando lo que ya está pasando en comunidades donde van por delante -como Cataluña- vemos procesos que yo calificaría de «patológicos».

Hay productores primarios que están dejando de producir alimentos para producir residuos, porque es más rentable. Y circulan rumores -que deberán aclarar las autoridades- sobre presiones a agricultores y ganaderos para vender sus residuos bajo amenaza de sanciones.

Por eso considero esencial la nueva legislación sobre whistleblowers: es importantísimo que quien tenga información de posibles irregularidades pierda el miedo y pueda comunicarlo con seguridad a las autoridades.


Riesgos reales para la salud y el medio ambiente

C.M.: Pasemos a los riesgos. ¿Qué peligros reales entrañan estas plantas y toda su cadena de funcionamiento?

Máximo Florín: Hay varios niveles de riesgo:

  1. Emisiones de gases de efecto invernadero.
    El metano tiene un potencial de calentamiento muy superior al CO₂. En teoría, biometanizar purines y otros residuos debería reducir el impacto climático. El problema es que la literatura científica muestra que las fugas a lo largo de toda la cadena -recogida, transporte, almacenamiento, digestión, uso del digestato- son tan grandes que, en conjunto, las emisiones del biometano son equivalentes a las de los combustibles fósiles.
    En ese sentido, «nos quedamos con lo comido por lo servido».
  2. Contaminación atmosférica local y olores.
    Hay gases de nitrógeno, compuestos sulfurados, olores intensos… Las medidas de lavado de cisternas y depósitos reducen el problema, pero no lo eliminan. La literatura médica recoge riesgos respiratorios significativos incluso a 5–10 km de algunas instalaciones.
  3. Riesgos laborales.
    Los principales damnificados suelen ser los propios operarios. Hay estudios sobre accidentes graves y enfermedades profesionales asociadas a estas plantas. En Castilla-La Mancha ya hemos tenido accidentes recientes, algunos mortales, en instalaciones de residuos.
  4. Riesgo sobre el agua y el suelo.
    Si el digestato no se trata ni se aplica siguiendo las buenas prácticas, puede haber percolación hacia los acuíferos y alteraciones profundas de los suelos agrícolas.

Accidentes, legislación y falta de medios

C.M.: Usted ha mencionado casos concretos de accidentes en plantas de residuos en la región. ¿Funciona realmente la legislación?

Máximo Florín: La legislación, sobre el papel, funciona. El problema es si tenemos medios suficientes para aplicarla y vigilar su cumplimiento.
En Castilla-La Mancha hemos visto casos de plantas que no superaron evaluaciones de impacto ambiental, se autorizaron finalmente como proyectos experimentales, caducó la autorización y siguieron funcionando. En uno de esos casos, un accidente terminó con una trabajadora fallecida y otros operarios en estado crítico.
También ha habido instalaciones premiadas oficialmente que han acabado con sentencias condenatorias por contaminación. Tenemos muy buenos técnicos en la administración, pero las plantillas son escasas para la avalancha de proyectos que hay en marcha.


¿Qué alternativas hay a las macroplantas de biometano?

C.M.: ¿El biometano es la única salida para gestionar los residuos orgánicos?

Máximo Florín: No, en absoluto. Y esto no lo dice solo la universidad, lo dicen también grandes operadores del sector: «la biometanización no elimina los residuos». Aproximadamente solo un 5 % de lo que entra en la planta se convierte en biometano. El resto sigue siendo un residuo que hay que gestionar bien.

En muchos casos, hay alternativas mejores y ya conocidas, como:

  • Digestión aerobia y tratamientos biológicos para vinazas.
  • Compostaje bien controlado para alperujos y alpechines, que puede producir fertilizantes de gran calidad.
  • Gestión específica para residuos de alto riesgo, como fango de depuradoras, que no deberían mezclarse alegremente con otros residuos si luego el digestato va a ir a los campos.

El gran problema de los proyectos que se plantean ahora es que se mezclan todos los residuos en vez de segregarlos y tratarlos de forma diferenciada, como hacemos en casa con la basura orgánica, el papel, el vidrio o los envases.


Cataluña, el modelo productivo y el riesgo de «territorios de sacrificio»

C.M.: En la entrevista menciona Cataluña como ejemplo de las derivas que puede tener este modelo. ¿Qué es lo que más le preocupa?

Máximo Florín: Que el sector primario deje de centrarse en producir alimentos de calidad para pasar a producir residuos con alto valor económico. Si además las plantas necesitan residuos de un radio de 100 kilómetros y los municipios vecinos también instalan sus propias plantas, entramos en una competencia feroz por los residuos.

Eso nos acerca peligrosamente a lo que yo denomino «territorios de sacrificio»: comarcas especializadas en acoger instalaciones molestas y riesgosas, mientras los beneficios se concentran en otros lugares.


Manzanares, Tomelloso y proyectos «copiados y pegados»

C.M.: Usted ha estudiado también la planta proyectada en Manzanares. ¿Se parece a la de Tomelloso?

Máximo Florín: Los datos publicados sobre Manzanares y los que se han difundido sobre Tomelloso son sorprendentemente similares, casi calcados. Algo parecido ocurre con proyectos en Torralba de Calatrava y Carrión de Calatrava.
La probabilidad de que distintas plantas en municipios muy diferentes tengan cifras casi idénticas invita a pensar que puede haber algo de «copia y pega» en los proyectos. Si fuera así, habría que preguntarse si la calidad técnica de esa documentación es la que cabría exigir para instalaciones de este impacto.


Camiones, carreteras y vida cotidiana

C.M.: Una de las cuestiones que más preocupa a la gente es el tráfico pesado asociado a estas plantas. ¿De qué magnitudes hablamos?

Máximo Florín: En el caso de Manzanares se hablaba de más de 70 camiones diarios, cinco días a la semana, es decir, miles de camiones al año. Son vehículos de 21, 24 o 26 toneladas atravesando polígonos, travesías o caminos rurales.

Si trasladamos ese orden de magnitud a Tomelloso y sumamos que un alto porcentaje de los residuos no son locales, tendremos un flujo constante de camiones entrando y saliendo del municipio y de toda la comarca. Esto afecta al estado de las carreteras, a la seguridad vial y al día a día del mundo rural.


Principios legales: tratar en origen y «quien contamina, paga»

C.M.: Desde el punto de vista jurídico, ¿qué principios deberían marcar la gestión de estos residuos?

Máximo Florín: Hay tres ideas clave, que además están en la normativa:

  1. Los residuos deben tratarse en origen.
    Es un principio básico. Si acabamos convirtiendo a Tomelloso y su entorno en receptores de residuos de toda España, estaremos yendo contra esa filosofía.
  2. Quien contamina, paga.
    Los costes añadidos -ambientales, sanitarios, de infraestructuras- no deberían recaer sobre la población de Tomelloso, sino sobre quien genera los residuos.
  3. Recuperación de costes.
    Si hay subvenciones públicas, habría que garantizar que no se convierten en una forma de socializar los gastos mientras se privatizan los beneficios.

Si aplicáramos estos principios con rigor, «muchos de los problemas que vemos hoy se atajarían de raíz».


La sociedad civil y la universidad pública

C.M.: Este pasado sábado tuvo lugar un encuentro vecinal de la plataforma STOP Biometano de Tomelloso. ¿Cuál cree que debe ser el papel de la ciudadanía y el de la universidad en este debate?

Máximo Florín: La ciudadanía tiene todo el derecho -y yo diría que la obligación- de informarse, preguntar y exigir transparencia. Y la universidad pública, a la que «la sociedad mantiene con sus impuestos», tiene el deber de poner conocimiento independiente encima de la mesa, explicando los datos con un lenguaje comprensible y separando la paja del grano.

Yo siempre digo que, como académico, me resulta más fácil acceder a documentación técnica y leerla con calma. Mi papel es intentar traducir todo eso para que cualquier vecino o vecina pueda hacerse una idea clara de lo que hay detrás de cada proyecto.


Trayectoria y próximos compromisos

C.M.: Para terminar, Máximo, ¿en qué estás trabajando ahora y cuáles son tus próximos compromisos?

Máximo Florín: Mi trabajo en la Universidad de Castilla-La Mancha se centra sobre todo en ecología y gestión de ecosistemas acuáticos, aunque también imparto docencia en energías renovables, paisaje, evaluación ambiental y sostenibilidad aplicada a la ingeniería.

En los próximos días estaré en La Villa de Don Fadrique, donde también se ha anunciado una planta de biometano. Es un municipio mucho más pequeño que Tomelloso y, si este último genera menos de 190.000 toneladas de residuos al año, allí hablamos de menos de 60.000. Eso nos obliga a preguntarnos cuál debería ser el tamaño razonable de cualquier planta.

Además, participaré en actividades de divulgación en Socuéllamos, llevando muestras de organismos acuáticos al instituto Fernando de Mena, para acercar la ciencia al alumnado y mostrar que la investigación también forma parte de la vida cotidiana de nuestros pueblos.


Despedida

C.M.: Máximo, muchísimas gracias por tu tiempo, tu claridad y tu paciencia. Sabemos que no es un tema sencillo ni cómodo.

Máximo Florín: El agradecido soy yo. Para mí es un honor colaborar con Cuadernos Manchegos, porque sois un medio que ayuda a «reconectar a la ciudadanía con información rigurosa». Mientras exista ese interés por comprender y debatir con honestidad, habrá esperanza para tomar buenas decisiones colectivas.

C.M.: Nos quedamos con esa idea. Gracias de nuevo y mucho ánimo en tu trabajo.

Máximo Florín: Gracias a vosotros. Y ya sabéis, la universidad pública está al servicio de la sociedad.

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