Cuéntase que se cuenta, cuéntase que ocurrió la anécdota que me contó mi amigo Vicente en un suceso que en más de una ocasión se habrá producido en el campo.
Un amigo suyo, de nombre Jesús, era un agricultor desde siempre y llevaba toda su trayectoria dedicada al cultivo del viñedo, habiendo ido perfeccionando el cultivo de sus cepas en cuanto al sistema de poda, a introducir distintas variedades y a la instalación de dos parcelas con espaldera.
Un buen día, estando en su parcela, pasó por el camino su amigo Carlos.
– Hombre, ¿cómo va la faena, Jesús?
– Pues ya ves, echando agua a las cepas y abriendo los empalmes de los goteros.
– Ya, ya te veo, parece que tienes buena cosecha, se nota mucha carga en las cepas.
– Pues, sí, este año no parece malo ¿y tú? ¿cómo llevas los melones?
– Pues ya a punto de cogerlos en unos días que ya están dispuestos. A propósito, pásate cuando vuelvas a casa a mi parcela y coge los que quieras.
– ¡Ah, vale! Luego a la tarde te quito unos pocos para casa.
– Pues, nada, adelante.
Los acontecimientos se desarrollaron por la tarde, cuando Jesús, dejando su faena, se pasó con su tractor y remoque por la parcela de su vecino Carlos. Paró y se bajó con las tijeras de podar y, cuando había cortado el primer melón, le apareció una persona que no conocía, que, habiendo bajado de un coche en el camino lateral, se le acercó con mucha prisa.
– Pero…¿qué está haciendo usted? ¿robando melones, eh?
– ¡Qué dice usted! No soy ningún ladrón, los melones son de mi amigo Carlos, que me ha dicho que me lleve algunos para mi casa.
– Y cómo se yo que eso que dice es verdad: ¡ No me lo creo! Así que deje de cortar melones y váyase a su casa.
– Pero ¿quién es usted y cómo se permite pensar que estoy cortando melones sin permiso?
– Porque no me creo lo que dice, así que deje de cortar o de lo contrario va a tener usted problemas.
– Espere que voy a llamar al propietario para que le convenza mi autorización.
– Ni lo intente, o se larga usted de aquí o le va a pesar- amenazándole con el puño cerrado.
Finalmente, Jesús decidió marcharse para evitar problemas dejando en tierra el único melón cortado.
A la salida del camino decidió llamar al móvil de su amigo y le explicó lo que había ocurrido.
– No te preocupes, déjalo estar, será algún perdido de por allí, de los que hay muchos; mañana te los acerco a tu parcela yo mismo.
Así se quedó la cosa hasta que a la mañana siguiente le llamó su amigo Carlos.
– Oye, Jesús, ¿vas a ir a la finca? Si es así, pásate por mi parcela que ya estoy yo y te espero.
– Que casualidad, si estoy llegando.
Llegando a la parcela , se bajó y allí estaba su amigo en la linde de la parcela, esperándole.
La escena era distinta, uno de los hilos de la siembra se encontraba desprovisto de melones y las plantas removidas y alteradas y, por si fuera poco, una cartulina en el suelo escrita con la palabra: “GRACIAS”
– Te das cuenta Jesús, tu enemigo de ayer aprovechó el tiempo y se ha llevado medio hilo de melones. ¿A que tú pensaste que era una buena persona y defensor de los hurtos en el campo?
– Pues la verdad es que le noté un poco pasado de genio y tampoco me expliqué tanta furia por una cosa que no era suya, pero al final lo entiendo, estaba deseando que me fuera para hacer la corta de tus melones. ¡Menudo fichaje!
– Pues ya lo ves, hay personas para todos los gustos y el campo es libre para el que quiera y al menos ha sido educado.
– Vaya, pues lo siento, Carlos.
– Nada no te preocupes, son gajes del oficio, pero sobre todo vamos a cortar unos melones para tu casa, estando yo presente por si aparece alguien de nuevo.
LOS LADRONES SON PERSONAS













