Noviembre llega con su manto de hojas doradas que caen suavemente, cubriendo las calles como un alfombrado de colores cálidos. El aire fresco, lleno de esa fragancia característica del otoño, se mezcla con la nostalgia de los días que se acortan, invitándonos a reflexionar sobre el paso del tiempo.
Los árboles, que antes se mecían verdes, ahora se visten con tonos naranjas, rojos y marrones, creando un contraste perfecto con los cielos despejados o cubiertos de nubes grises que le dan un toque melancólico. Es una estación que invita a la introspección y a disfrutar de la calidez del hogar, mientras afuera, el viento lleva las hojas secas de un lado a otro, en una danza que parece detener el tiempo.
A medida que el sol comienza a declinar más temprano, las luz cálida que atraviesa las ventanas crea atmósferas acogedoras. Las velas aromáticas empiezan a cobrar protagonismo, llenando los espacios con esencias de canela, manzana horneada y especias. Las bufandas, los abrigos y las botas se convierten en nuestros mejores amigos, y cada rincón se siente más acogedor que el anterior.
Noviembre no es solo el mes del otoño, sino también de los pequeños momentos, aquellos que a veces pasamos por alto: el sonido de las hojas al pisarlas, la taza humeante de café al atardecer, las caminatas por parques que parecen sacados de un cuadro, o las noches estrelladas que invitan a pensar.













