El 23 de abril no es solo una fecha en el calendario. Es una herida abierta en la historia de la humanidad que sangra tinta, memoria y susurros. Ese día murieron Cervantes, Shakespeare y Garcilaso, pero también nació la idea de que los libros no se apagan con la muerte, sino que se prenden en cada lector.
Celebrar el Día del Libro es reconocer que, en un mundo que grita, los libros susurran. Que cuando la prisa nos arrastra, las páginas nos detienen. Que mientras las pantallas parpadean, las palabras permanecen. Hoy, más que nunca, abrir un libro es un acto de coraje. De rebeldía. De amor.
Porque leer no es solo leer. Es escuchar voces de otros tiempos, de otras vidas. Es sentarse con alguien que nunca conoceremos, pero que nos conoce. Es encontrar una frase que parece escrita para ti, justo cuando más la necesitabas. Es entender que no estamos tan solos como pensábamos.
Un libro no tiene batería, pero ilumina. No suena, pero resuena. No se actualiza, pero nunca envejece. Un libro es ese lugar al que puedes volver cuando todo lo demás se ha caído. Es el abrazo que no pide nada a cambio. La palabra que te nombra cuando tú mismo te has olvidado cómo llamarte.
Y hoy, que todo cambia tan rápido, que las noticias se esfuman, que las redes se olvidan de ti en segundos, los libros siguen ahí. Callados, pero eternos. Te esperan en la estantería. Te esperan en la biblioteca del barrio. Te esperan en la memoria de quien te prestó uno alguna vez. Porque los libros no solo se leen: se heredan. Se comparten. Se siembran.
Este día no es solo una fiesta de papel. Es un homenaje a todos los que alguna vez encontraron refugio entre las líneas. A los que aprendieron a resistir gracias a un párrafo. A los que descubrieron que los finales abiertos no dan miedo, sino libertad.
Por eso, hoy no hace falta que compres un libro (aunque si puedes, hazlo, regálalo, multiplícalo). Basta con que abras uno. Que leas una página, un verso, una línea. Que dejes entrar la voz de quien escribió desde su dolor, su risa o su rabia. Que escuches sin auriculares, que hables sin palabras.
Hoy, más que nunca, leer es vivir dos veces. O tres. O cien. Porque los libros, cuando verdaderamente los leemos, ya no son de quien los escribió. Son nuestros. Se quedan. Nos salvan.
Feliz Día del Libro.
Que las historias no te abandonen.
Que las letras sigan doliendo… y sanando.














