Con el sonido metálico de los cascabeles y el crujir de las varas, el tradicional Desfile de Reatas, Carros y Mulas de la Feria y Fiestas de Tomelloso volvió a llenar de historia viva las calles de Tomelloso. Una comitiva perfectamente enjaezada —reatas alineadas, carros restaurados con mimo y mulas de paso firme— convirtió la mañana en una lección de memoria campesina, orgullo local y cultura manchega.
La reata es el enganche en hilera de varias mulas que tiran de un carro o van aparejadas en faena. En La Mancha fue fuerza de trabajo esencial en el campo y el transporte de uva, aperos y mercancías. Este desfile rinde homenaje a esa tecnología humilde y bellísima, a los oficios que la hicieron posible y a un modo de vida que explica buena parte del carácter tomellosero.
Así ocurrió: crónica de una mañana de feria
A las 11:00 horas, la comitiva arrancó en la calle Don Víctor (rotonda de El Obrero), tomó el Paseo de San Isidro y avanzó por la Avenida Antonio Huertas hasta la entrada del Parque de la Constitución, donde se realizará la parada y exhibición. Allí, entre aplausos y móviles en alto como es habitual, los carreros mostrarán arreos, trenzados y “esquilados” artísticos, antes de compartir el tradicional zurra que cada año refresca la mañana ferial.
La estampa volvió a ser la de siempre —sombreros de ala, fajines, mantas y colleras bruñidas— pero con un público cada vez más diverso y joven que ya incorpora el desfile a su ritual de feria.
Voces y oficio: el carrero como patrimonio
Quien conduce una reata no solo tira de mulas; tira de memoria. Su maestría está en la voz —“¡arre!, ¡so!”—, la mano serena y el ojo para anticipar cada giro. La ciudad conserva este saber con asociaciones y familias que, año tras año, engalanan animales y carros y los sacan a la calle para que la tradición no se quede en los libros, sino que se vea y se huela.
Balance y proyección
Edición pulcra, participativa y emocionante donde los carreros de distintas asociaciones han vuelto a dar luz al desfile vuelve a demostrar su potencia como reclamo turístico de identidad: una experiencia didáctica, visual y profundamente local que encaja con las tendencias de viaje cultural y de kilómetro cero. Mantener talleres, rutas guiadas y puntos interpretativos durante todo el año reforzaría su huella más allá de la feria.
