Cada 20 de mayo celebramos el Día Mundial de las Abejas, una fecha establecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para reconocer el papel esencial que estos polinizadores desempeñan en los ecosistemas del planeta. En 2025, más que nunca, esta celebración nos invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan las abejas, así como las oportunidades que tenemos como sociedad para protegerlas.
Las abejas no solo producen miel. Son responsables de gran parte de la polinización de los cultivos y de plantas silvestres que sostienen nuestra biodiversidad. Sin ellas, el equilibrio de la naturaleza y la seguridad alimentaria estarían gravemente comprometidos.
A lo largo de este artículo, exploraremos el origen y la finalidad del Día Mundial de las Abejas, su relevancia ecológica y económica, las amenazas que enfrentan y las acciones urgentes que debemos tomar. Además, abordaremos el papel de la educación y la ciencia en la conservación de las abejas.
¿Por qué celebramos el Día Mundial de las Abejas?
Un homenaje al nacimiento de un pionero apícola
El 20 de mayo fue elegido para conmemorar el nacimiento de Anton Janša (1734–1773), un pionero de la apicultura moderna originario de Eslovenia. Janša fue uno de los primeros en estudiar el comportamiento de las abejas de forma científica y en promover prácticas de apicultura sostenibles. Su legado continúa vigente en un momento en que la salud de las abejas es motivo de preocupación global.
Una iniciativa de impacto internacional
En 2017, la Asamblea General de la ONU declaró oficialmente el 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas, tras una propuesta impulsada por Eslovenia con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Desde entonces, esta jornada se ha convertido en una oportunidad para concienciar sobre la importancia de los polinizadores y promover acciones de protección a nivel local, regional y global.
La función ecológica de las abejas en la biodiversidad
Polinizadores esenciales para la vida
Las abejas, junto con otros polinizadores como mariposas, escarabajos, aves y murciélagos, son fundamentales para la reproducción de más del 75 % de las plantas con flores. En particular, las abejas son responsables de polinizar alrededor del 70 % de los cultivos alimentarios más importantes del mundo. Esto incluye frutas como manzanas, almendras, fresas, melones y muchas hortalizas.
Sin la actividad polinizadora de las abejas, muchas especies de plantas simplemente desaparecerían, lo cual afectaría gravemente a los animales que dependen de ellas y al ser humano que consume sus frutos.
Un pilar de los ecosistemas saludables
Las abejas ayudan a mantener los ecosistemas en equilibrio al garantizar la diversidad genética de las plantas. Al promover la polinización cruzada, aseguran que las plantas evolucionen con mayor resistencia ante enfermedades y cambios climáticos. A su vez, estas plantas sirven de hábitat y alimento para otros organismos, fortaleciendo redes tróficas que sostienen la vida en nuestro planeta.
La biodiversidad como escudo ante el cambio climático
En un contexto de cambio climático acelerado, la biodiversidad no es un lujo, sino una necesidad. Ecosistemas saludables pueden adaptarse mejor a condiciones climáticas extremas, y para que estos sistemas se mantengan resilientes, los polinizadores como las abejas deben prosperar. En otras palabras, cuidar de las abejas es cuidar del planeta.
Amenazas que enfrentan las abejas en el siglo XXI
Plaguicidas y prácticas agrícolas intensivas
El uso extendido de plaguicidas, especialmente los neonicotinoides, ha sido vinculado con el colapso de colonias y la reducción masiva de poblaciones de abejas en diversas regiones del mundo. Estos químicos alteran el sistema nervioso de los insectos, reducen su capacidad de orientación y afectan su comportamiento reproductivo.
A esto se suman prácticas agrícolas intensivas que eliminan la diversidad floral y el hábitat natural que necesitan las abejas para sobrevivir.
Cambio climático y pérdida de hábitats
El cambio climático altera los ciclos de floración, reduce la disponibilidad de alimentos y desplaza a las abejas de sus hábitats originales. Las sequías prolongadas, las olas de calor y la desertificación son fenómenos cada vez más comunes que limitan sus fuentes de néctar y polen.
Además, la urbanización descontrolada, la deforestación y la expansión de monocultivos están fragmentando los ecosistemas y reduciendo los espacios aptos para la vida silvestre.
Enfermedades y especies invasoras
Enfermedades como la loque americana y parásitos como el ácaro Varroa destructor han tenido un impacto devastador en las colonias de abejas, especialmente en las abejas melíferas domesticadas. La globalización también ha facilitado la introducción de especies invasoras como el avispa asiática (Vespa velutina), que depreda a las abejas nativas y representa una amenaza creciente en Europa y América Latina.
¿Qué podemos hacer para proteger a las abejas?
Apoyo a la apicultura sostenible
Uno de los pasos más directos que podemos dar como sociedad es apoyar a los apicultores locales que practican una apicultura respetuosa con el medio ambiente. Comprar miel de producción responsable no solo beneficia a las economías locales, sino que también fomenta la protección de las abejas como recurso natural.
También es clave que los gobiernos y organismos internacionales implementen políticas públicas de respaldo a la apicultura ecológica, incluyendo subsidios, educación técnica y acceso a mercados.
Reducción del uso de plaguicidas
Es urgente regular y, en muchos casos, prohibir el uso de agroquímicos que han demostrado ser perjudiciales para los polinizadores. En paralelo, se debe fomentar la agricultura regenerativa, que utiliza métodos naturales para controlar plagas, mantiene la fertilidad del suelo y promueve la biodiversidad.
Restauración de hábitats naturales
Sembrar flores nativas en jardines, parques y espacios urbanos puede parecer un gesto pequeño, pero tiene un gran impacto. Estas flores proporcionan el alimento que las abejas necesitan para sobrevivir y reproducirse. Además, pueden funcionar como corredores biológicos que conectan áreas silvestres fragmentadas.
Educación ambiental para todos
Crear conciencia desde la infancia sobre la importancia de las abejas es clave para su conservación a largo plazo. Escuelas, universidades y medios de comunicación tienen la responsabilidad de difundir conocimientos científicos de forma accesible y fomentar una cultura de respeto por la naturaleza.
Ciencia ciudadana y participación activa
Iniciativas como el monitoreo de abejas urbanas, los talleres de apicultura y las campañas de reforestación son formas en las que cualquier ciudadano puede participar activamente. La ciencia ciudadana ha demostrado ser una herramienta poderosa para recopilar datos sobre la biodiversidad y generar cambios reales.
Conclusión
El Día Mundial de las Abejas 2025 nos recuerda que estos pequeños insectos son gigantes en términos de su contribución al equilibrio ecológico, a la agricultura y, en última instancia, a nuestra supervivencia como especie. A medida que enfrentamos desafíos globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las crisis alimentarias, las abejas nos ofrecen una oportunidad para reconectarnos con la naturaleza y repensar nuestro modelo de desarrollo.
Nos corresponde a todos —gobiernos, comunidades, científicos, agricultores y ciudadanos— actuar con urgencia para revertir las amenazas que enfrentan las abejas. Su protección no es una opción: es una necesidad para garantizar un futuro sostenible y saludable para las generaciones presentes y futuras.
Cuidar de las abejas es cuidar de la vida. Hoy, más que nunca, escuchemos su zumbido como una llamada de atención y respondamos con compromiso, conciencia y acción.